Cinco hombres llevan meses planeando la celebración del centenario de su lugar de nacimiento o de residencia: Son Ferriol. Miquel Vidal, dels Estrells; Miquel Pocovill, Sebastià Roser, Toni González y Guillem Rosselló, que aunque nació en Bunyola, lleva 27 años en este barrio de Palma que es casi casi una "ciudad". Él es el rector de la iglesia. En la historia de Son Ferriol, los hombres religiosos tienen mucho predicamento.

Se puede decir que el origen de la urbanización de Son Ferriol se asienta en un intento de proporcionar un equitativo reparto de tierras. Para ello hay que retroceder 120 años atrás y reseñar cómo Bartomeu Font, ordenado sacerdote adscrito a la parroquia de Santa Eulàlia, que atendía a una extensión inmensa, incluyendo el oratorio de Cas Correu, "se dio cuenta de que la riqueza no estaba bien repartida", relata Pocovill. De ahí surge la idea de urbanizar la zona primando la acción social frente a cualquier interés especulativo.

Así se alcanzó un acuerdo entre la propietaria de la posesión de Son Ferriol, María Ana Bonafé Orell, y negociado por su marido el abogado Jeroni Pou y el sacerdote Bartomeu Font. De la extensa finca se reservaron 130.000 metros cuadrados para calles, plazas, paseos, iglesia y escuela; el resto se decidió vender a 1 peseta el metro cuadrado. Un dato a tener en cuenta es que el capellán se sirvió del modelo de los campamentos romanos para hacer el trazado de la calles.

Cien años después, aquel núcleo extenso cercano a Palma, bien comunicado con Sineu, manacor, Bunyola y Llucmajor en sus ejes, es algo más que un barrio. "Es un sentimiento", indican desde el más mayor al más joven, Toni González. "Era maravilloso jugar en la calle, ir a recoger almendras, fresas, saber qué flor era la que salía y a qué fruto correspondía", comenta Roser. A sus 72 años no para de sonreír junto a Miquel Vidal.

"Ha cambiado mucho pero estoy a gusto. Hoy he venido al café para dar testimonio de mi cariño a Son Ferriol, pero ¡yo no soy de cafés!", comenta un integrante de la familia Estrells, las manos que hicieron la mayoría de molinos de viento del Pla de Sant Jordi, y también del resto de la isla. Se llegaron a contabilizar más de doscientos molinos. También son los responsables de los primeros carros de recogida de basura.

Son miles de microhistorias y en todas, la huella agrícola y ganadera. De ésta pervive su tradicional feria que se celebra cada año así como el culto a su patrón, sant Antoni Abad. En enero, los dimonis asustan a los niños de este barrio de Palma con una población de más de 10.000 habitantes, y 15.000 si se tiene en cuenta a los cercanos Casablanca, s'Hostalots y sant Jordi.

Por su situación en el mapa, vivió intensamente el cambio de Mallorca debido al turismo. En los años 50 Son Ferriol acogió inmigración penínsular y del interior de Mallorca como mano de obra para el incipiente turismo de sol y playa. La cercanía del aeropuerto marca su rumbo pero tal y como indican Miquel Pocovill y Sebastià Roser, "es la apertura del hospital de Son Llàtzer el que amplió la población ya que han venido a vivir muchos médicos y enfermeras que trabajan en él".

No se puede hablar de Son Ferriol sin mencionar Ca'n Tunis que fue junto a sa Creu Vermelleta los primeros núcleos de población con cierta traza urbana y que se integraron en la urbanización.

La negra sombra de la Guerra Civil sobrevoló el lugar pero fue "peor la posguerra; porque sin pasar hambre, hubo mucha privación de todo", indica Roser.

Son Ferriol no ha hecho más que empezar sus festejos a los cien años de ser algo más que un barrio de Ciutat. Como escribe Pocovill como 'grito de guerra': "Palma es el barrio más grande de la ciudad de Son Ferriol".