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Mujeres de hoy

Natasha Lébedeva: "A Putin se le ha demonizado porque quiere devolver a Rusia al lugar que le toca"

Se la conoce y reconoce por sus fotografías pero ella aclara que "no soy fotógrafa sino artista visual"

Natasha Lébedeva, en su taller, muestra algunas de sus fotografías. Manu Mielniezuk

El amor ha sido la causa reiterada que ha convertido a Natasha Lébedeva (San Petersburgo, 1975) en española, primero como residente en Madrid y después en Mallorca. Cuando era una cría, su vida parecía encaminarse al deporte de alta competición como esquiadora, hasta que un salto, “y mis ganas de pavonearme delante de una amiga”, la apartaron del deporte de riesgo. Asumió otro desafío, el mundo del arte.

Lo que inició sin saber muy bien porqué, ha terminado por ser su pasaporte vital. En sus fotografías está la huella de su país, de su cultura y, sobre todo, de su manera de ser. Abundan los desnudos, sobre todo de mujeres, y en muchos, autorretratos; los paisajes y retratos de seres en el agua a la manera de las Ofelias. “Soy artista visual; no fotógrafa”. Que no queden dudas.

A la isla accedió gracias a una beca de la Fundació Pilar Juncosa i Joan Miró que le permitió corroborar que “el lugar que me encantaba” sería “perfecto” para quedarse. Han pasado más de dos décadas. Sigue con el proyecto Tash-Art de alfombras artísticas, que ha incorporado al artista Albert Pinya, y sin una exposición por delante, se ha dedicado a reestructurar y reflexionar.

La artista que surgió del frío.

En realidad iba para esquiadora o bailarina, que es a lo que me hubiera gustado dedicarme. Los antecedentes familiares que me relacionan con el arte los encuentro tan solo en el bisabuelo de mi madre que fue pintor de iconos y en mi madre que era aficionada a la pintura. Ella me enseñó. Pero me hice artista en España a través del grabado. No tenemos las riendas de la vida, pero si algo tiene que ser, será.

Tenía que ser Mallorca. No es el único caso pero son pocos los artistas rusos en la isla.

No lo sé. Soy una enamorada de mi país y de su cultura pero cuando voy a un lugar, prefiero relacionarme con personas del sitio, no hacer gueto. Llegué a la isla gracias a una beca de la Fundació Miró, y ya me quedé. Otra vez por una historia de amor.

Con un artista. ¿Solo un artista puede entender a otro?

Yo creo que en nuestro desorden, en nuestro caos de horarios, sobre todo, resulta más fácil que los artistas nos entendamos entre nosotros, pero en mi caso debo decir que yo soy más organizada que Rafa.

¿Cómo mitiga la lucha de egos? ¿O no la hay?

No lo he vivido. A mí me gusta tener al lado a un artista que se lo crea. Es probable que me quite terreno, pero eso es asunto mío. En mi vida, mi meta es no ser la sombra de nadie, y te puedo asegurar que no soy la de Rafa Forteza. No nos contaminamos porque nuestros ámbitos son distintos; al contrario, nos enriquecemos. Por ejemplo la serie de retratos escultóricos eran de él y yo los transformé en fotografía. Es una simbiosis.

¿Cómo la ha tratado la isla?

Aquí se da una convivencia perfecta y a la vez separación entre los extranjeros. Me costó entrar. Fue a raíz de estar emparejada con un mallorquín, pero costó. Los mallorquines son muy recelosos al principio; los rusos podemos parecer muy fríos pero entrar en una casa es fácil, somos acogedores, no como aquí. Mi sensación es como que te dicen ‘si quieres, vienes y miras’, pero no te hacen partícipe de sus códigos.

¿Los millonarios rusos de la isla han comprado su obra, entre ellos, un gran amigo de Putin?

No, nunca me han buscado. Los millonarios de cualquier país apuestan por los grandes, no por artistas desconocidos; y lo de los emergentes es un cuento. No tengo obra en las grandes colecciones, ni de rusos ni de ningún otro lugar. Dicho esto, los rusos en general son más clásicos en lo que buscan.

Se atribuye cercanía de Putin al independentismo catalán. ¿Qué opina usted?

Que hay manipulación. Creo que a Putin se le ha demonizado porque quiere devolver a Rusia al lugar que le corresponde; pienso que existe un complot para alejar a los rusos del europeísmo. Quizá nos lo hemos ganado a pulso, pero yo conozco a mi gente, y no los veo así.

¿Es usted comunista?

No; el comunismo me parece una utopía, pero me sitúo a la izquierda. Tendría que haber un reparto igualitario de oportunidades.

“Lo visible es un invento” escribió John Berger. ¿Por eso, usted recrea escenarios de sus fotografías?

Yo parto de mi memoria visual, de la acumulación de impresiones. Hago fotografías y las archivo. Nunca sé cuándo las voy a utilizar pero están en mi cabeza. A partir de ellas, el proceso artístico lo hago en el ordenador.

¿Es su laboratorio, su paleta?

¡Exacto! Ahí es donde está mi proceso de creación, por eso recalco que no soy fotógrafa sino artista visual.

¿Y sin Instagram no somos nadie?

Es una ventana, aunque no es fiable del todo. Lo que ocurre es que si no enseñamos nuestro trabajo, nos consumimos por dentro. Instagram es un escape para los artistas. He colgado muchas obras y cosas personales con mirada artística, nunca nada informativo acerca de mi identidad. Lo bueno de Instagram es que te permite estar en el mundo, ver lo que hacen personas muy interesantes.

La mujer es habitual en sus fotografías. ¿Su mirada es militante?

No soy nada feminista, claro está que defiendo el lugar y la igualdad en derechos y que abomino del maltrato hacia nosotras, pero defiendo por igual el valor de la fragilidad femenina como la fortaleza que tiene la mujer. En mi opinión hay que reivindicar la participación de ambos y no hacer separaciones. Antes no se planteaba el papel de la mujer en el arte, había menosprecio, y ya está, porque la mentalidad era machista. Lo que importa es que la mujer se valore, y crea en ella por encima de proclamas del día de la mujer, etcétera. Es un tema muy delicado, pero creo que hay que sumar.

El proyecto de Tash-Art permite pisotear a los artistas. (Risas) ¿Cómo surgió?

Son muchos los artistas que trabajaron el textil, Miró, Picasso, hicieron diseños de alfombras. Me gusta esa mezcla entre lo artístico y lo artesanal. Y por supuesto que se pueden pisar, para eso están. Pero al igual que hay pintura como la de Kiefer que te apetece tocar, porqué no, caminar sobre la obra de artistas hecha en forma de alfombra. Hay quien ha comprado las alfombras del Tash-Art y las ha bordeado. Nosotros les decimos que tienen que vivirla.

Saque una fotografía de Palma de su archivo, por favor.

Siempre miro el mar, lo busco, lo necesito. Tengo muchísimas fotografías de su horizonte, de la apertura al mar, porque te da otras perspectivas. No tengo fotos de la ciudad con personas.

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