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Urbanismo

Los sótanos de Santo Domingo

Apenas queda nada del convento medieval a excepción de muros, columnas y arcos restaurados en una oficina de negocios

El equipo de arquitectos Guillermo Cases Tello de Madrid ha rehabilitado el sótano de Santo Domingo para convertirlo en sede de Tressis. B. Ramon

Donde se rezó, hoy se gestionan operaciones financieras. Donde se alojó a San Vicente Ferrer hoy se reúne a inversores a degustar vinos. De la iglesia y del convento de Santo Domingo queda prácticamente nada tangible. Arrebatado a la iglesia por la desamortización de Mendizábal, hoy pertenece a una congregación religiosa. Se cierra el círculo.

Han pervivido a los siglos, zócalos de los muros y columnas sustentadas por arcos que conformaron los sótanos de una arquitectura de la que hoy, siete siglos después, tan solo quedan algunos restos en la calle Conquistador, donde está la sede de Tressis, la oficina de gestión de patrimonio que gracias al trabajo del arquitecto Guillermo Cases Tello ha integrado la estética del siglo XXI con la del Medievo.

A finales del siglo XIII se inició la construcción de la iglesia y convento de los Dominicos en el centro de Palma, entre lo que hoy conocemos por Conquistador, Palau Reial, calle de la Victoria y la cuesta de la Seo, terrenos donados por Jaume I, Pedro de Portugal y Nuño Sanz. Donde no quedan las piedras, permanece un cuadro al óleo del plano de Garau, propiedad del Ayuntamiento.

La historiadora María Pilar Sastre se plantea en un trabajo sobre el convento dominico de Palma si "es posible la recuperación, aunque sea virtual, del patrimonio histórico artístico de esta arquitectura religiosa".

Bajo el mando de Jaume Fabra, el arquitecto de la catedral de Barcelona, se iniciaron las obras de la iglesia en 1296, para concluir en 1359. Sus proporciones la situaron como uno de los templos más importantes de la ciudad.

A la par que se erigía la iglesia, se fue construyendo el convento, del que destacaron, según la historiografía, sus estancias góticas como el claustro, donde se colgaban los sambenitos en recuerdo de los autos de fe que ahí tuvieron lugar, la portería, la sala capitular y el refectorio. Su construcción debe situarse en un contexto de cristianización tras la conquista de la Madina Mayurqa.

El que fuera uno de los complejos religiosos más importantes de la ciudad es un vacío. Como bien expresa su estudiosa, Sastre Alzamora, "su recuerdo se ha ido borrando de la memoria colectiva".

De nada sirvieron los ruegos de la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País para librarla de la picota de la ley de Mendizábal de 1835, aunque hay quien cree que no faltaron razones económicas mezcladas con el anticlericalismo de la época que no veía con buenos ojos la pervivencia del poder del brazo religioso. Hoy pertenece a una congregación religiosa.

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