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Palma a palma

El cementerio

El cementerio

Estos días, el cementerio ya no es el cementerio. Hasta que cae la noche, mucha gente acude en grupo. Cargados de flores o con cubos y fregonas. Las avenidas funerarias de Son Tril·lo adquieren una trepidancia humana que días después se evaporará por completo. Con motivo del 1 de noviembre, el camposanto se engarza con la ciudad. Se une a ella. El resto del año es otro mundo. Entonces, el cementerio sigue siendo cementerio. Tranquilo, durmiente. "Komenterion" en griego significa "dormitorio".

Tanta multitud le proporciona una especial alegría al paisaje cementerial. Agitación, voces, colores. Los metales aparecen brillantes y lustrosos, los mármoles limpios y sin polvo. Ves a familias enteras volcadas en adecentar sus panteones familiares. Coches haciendo cola, autobuses llenos. Una vez al año, la gente se acuerda de sus muertos.

Por la noche, las tumbas se alumbran con la luz rojiza de las velas, trémula y vagorosa. Como es la vida humana en la inmensidad del universo.

Así como en otras culturas los cementerios son lugares de encuentro entre la vida y la muerte, jardines o paseos transitados diariamente, entre nosotros son recintos aislados. Ensimismados en su sueño de recuerdos y ausencias. Eso los convierte en lugares tristes. Generalmente solitarios y algo inhóspitos. Pero al mismo tiempo les confiere un poder de sugestión enorme.

El gran capital de los cementerios consiste en su poética. La simbología, los cipreses, el silencio, el tiempo que pasa lentamente. La vida moderna se ha convertido en algo tan avasallante y trepidante, que el cementerio sirve de verdadero antídoto. Allí todo permanece. Allí los sentimientos flotan en el aire. Allí las voces del pasado todavía nos hablan.

Eso explica que cada vez más, la gente se vuelque en el turismo funerario. Porque han descubierto que dentro de las ciudades, a dos pasos de la realidad cotidiana, hay otra dimensión distinta.

Antigua, silenciosa y tremendamente profunda.

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