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Sa Torreta

El extraño cabaret de Can Pastilla

Juerga taurina para ´guiris´ en el Cortijo Vista Verde. Torrelló

En los albores del turismo de Palma afloró una oferta que nacía de la nada, exploraba su viabilidad y duraba o no. La música en directo dominaba la diversión nocturna. El Cortijo Vista Verde nació en Can Pastilla para ser una escuela taurina y acabó siendo una extraña mescolanza de propuestas. Era a la vez cabaret al aire libre, al estilo del Tropicana habanero, y minúscula plaza de toros. Su apogeo se dio en los años 60.

Las noches eran para la música. Las mesas estaban situadas en semicírculo alrededor del escenario. Los altos pinos que crecían en el terreno servían de techo mientras se sucedían las actuaciones, que eran anunciadas al estilo taurino: '2 extraordinarios shows 2'. La fiesta flamenca era una parte imprescindible del espectáculo. La otra era la música bailable y el grupo Los Españoles.

Entre las mesas pululaban los más reconocidos picadors de picadorsPalma, nada que ver con la tauromaquia, a la caza de extranjeras con las que pasar una noche de pasión, preferiblemente con una nórdica. Una misión difícil, pero no imposible, como eran los acercamientos a las nativas. La juerga duraba casi hasta el amanecer y se regaba con abundante sangría y otros bebedizos de dudosa reputación.

Las tardes del Cortijo Vista Verde, una teórica escuela de tauromaquia de nula producción de diestros, eran para las fiestas camperas. En medio del diminuto ruedo de la placita de toros se soltaba una vaquilla. Primero, le daban unos cuantos pases los profesionales de la casa. Entonces llegaba el momento de los turistas más valerosos, que provistos de capote o muleta intentaban torear al animal. Los clientes se convertían en espectadores y parte del espectáculo, sobre todo si alguno de ellos lograba irritar lo suficiente a la vaquilla para que embistiese y diese un revolcón a algún torero por un día.

Como en la foto de Torrelló. Una veintena de individuos que se atreven a acercarse a un astado -es un decir- más pequeño que una burra para, de regreso a su país, presumir de que han sido "toreadores" por un día.

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