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Comercio

Paraguas, un siglo protegiendo de la lluvia

El establecimiento de la calle Jaume II número 22 cumple cien años, primero como fábrica y actualmente como tienda de complementos

Maribel Moyà en el interior del establecimiento, donde no solo se venden paraguas, sino también bastones, abanicos y mantillas. b. ramon

Cuando se nubla, el centro se llena de paseantes, y si llueve, como estos días, muchos buscan una tienda que venda paraguas. Sin embargo, la mayoría no sabe que en la calle peatonal Jaume II 22, a pocos pasos de la plaza de Cort, hay un comercio dedicado a este complemento abierto hace un siglo. El 11 de septiembre de 1917, el periódico La Almudaina publicaba en una noticia que en la misma ubicación que ahora, aunque entonces era el número 50, "ha montado don Francisco Segura Forteza unos talleres para la fabricación de paraguas, sombrillas y parasoles. La manera como han sido montados permite que sus productos puedan ser lanzados en buenas condiciones al mercado. Es de desear que el público acoja con cariño y preste su apoyo a la iniciativa del señor Segura", tal como se puede leer en la hemeroteca.

Tuvo una muy buena acogida, ya que la fábrica de paraguas de Ciutat continúa abierta como tienda cien años después y está en manos de la nieta y la bisnieta del impulsor, Maribel Segura y Maribel Moyà. Con el tiempo, dejaron de crear los utensilios que protegen del sol y la lluvia, aunque "se hacen reparaciones si son sencillas. Muchos clientes de toda la vida siguen viniendo para eso, como arreglar alguna varilla", explican madre e hija. Otros compradores acuden con la idea de adquirir uno nuevo y de calidad "después de acabar escarmentados de los paraguas baratos y malos. Suelen decirnos siempre lo mismo: quiero uno que no se rompa", destacan.

El regalo de la abuela

Antiguamente, Paraguas era el único establecimiento del casco antiguo que vendía este práctico utensilio de origen milenario. Maribel Segura recuerda con nostalgia la tradición en la que "muchas abuelas venían con sus nietas para comprarles su primer paraguas. Antes era un regalo muy habitual y apreciado". Su abuelo fue pionero en la fabricación de este producto en una isla donde llueve poco, por lo que le tildaron de "loco" al creer que no tendría éxito. Hoy en día otros muchos se sorprenden de que dicho negocio siga funcionando. "Hay quienes entran en la tienda y dicen: ¿Todavía está abierta?", en palabras de la bisnieta.

Una dependienta envuelve un chal recién adquirido por una clienta. b. ramon

Maribel Moyà, que está ahora al frente del establecimiento, es consciente de la importancia de continuar, ya que en los últimos cinco años el goteo de cierres de comercios emblemáticos ha sido continuo. Su madre le da la razón y lamenta que "son muchos y muy conocidos" los que están poniendo el candado, "nunca tantos como actualmente, y es una lástima, porque imprimen carácter a la ciudad". La hija cree que "Palma se está convirtiendo en una copia de otras ciudades europeas", por lo que considera "positivo" el proyecto del equipo de gobierno de Cort de preservar este tipo de negocios antiguos con medidas como la reducción del IBI y la promoción mediante rutas guiadas, la identificación con una placa y la aparición en guías, entre otras. "La protección siempre es buena, además de la ayuda, aunque si el local no fuese de nuestra propiedad, también tendríamos que cerrar", afirman sobre el aumento generalizado de los alquileres.

Durante años, los paraguas se fabricaban allí mismo, en una habitación trasera, cortando y cosiendo la tela, ensamblando las varillas y colocando el bastón y el mango, todo realizado con materiales de gran calidad. Con la implantación de los productos manufacturados, se dejaron de fabricar a mano, pero el negocio no decayó, sino que ampliaron la oferta con bastones, mantones de Manila y, posteriormente, abanicos. Ahora tienen además carteras y guantes, por lo que se ha convertido en una tienda de complementos.

Imagen del comercio de Jaume II antiguamente.

Nuevas demandas

La tercera y la cuarta generación del establecimiento centenario explican que "hay señoras que vienen todos los años a comprar un abanico nuevo cuando llega el calor. Es otra de las tradiciones que poco a poco se perderá". No obstante, numerosos visitantes adquieren este producto como regalo. Los residentes compran cada vez más sombrillas, incluso unas especiales de protección contra los rayos ultravioleta, ya que se van adaptando a las nuevas demandas. En cambio, apenas se piden mantones de Manila, por el precio, por lo que tienen una oferta de mantillas más baratas.

Paraguas es una de las pocas que sobreviven en Jaume II a la invasión de tiendas de chinos, souvenires y heladerías. La calle se ha ido quedando sin sus muchos negocios de ropa de hombre, como Mercadal -donde antes estuvo Can Matons-, La Parisien o Riera i Pizà, según enumeran, aunque continúan abiertos la mercería Ca Donya Àngela, de 1685 -se considera el comercio más antiguo de la isla-; la tienda de comestibles La Montaña y el centenario Paraguas, que espera seguir protegiendo de la lluvia y el sol a residentes y visitantes muchos años más.

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