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El despertador

Todo empezó con la libreta. Ya estaba harto de perder notas cada vez que cambiaba de móvil. O simplemente de olvidarme de ellas...

El despertador

Todo empezó con la libreta. Ya estaba harto de perder notas cada vez que cambiaba de móvil. O simplemente de olvidarme de ellas porque no las tenía a la vista. Nunca conseguí utilizar correctamente esa función en el teléfono. Así que, sin más, decidí volverme a comprar una libreta de papel. Para mis usos anotacionales.

Nada más meterme la libreta en el bolsillo, experimenté una extraña sensación de libertad. La miraba con satisfacción. Me había librado al fin de una antipática dependencia. ¡Era como en los viejos tiempos!

Tenía que pasar. Lo siguiente fue el despertador. La verdad es que estaba harto de compartir mis noches con el móvil. Esa costumbre de colocarlo en la cabecera, latente. Aparentemente inofensivo. Pero a la que te olvidas de activar el modo avión, siempre dispuesto a sobresaltarte por una llamada estúpida, un mensaje, un mail de madrugada. Nunca me he fiado del móvil como despertador. Así que me decidí definitivamente a comprar un reloj tradicional. Uno de esos cuadraditos, de batería, con su manecilla de los minutos semoviente. Su botón de encender y apagar. Su tic-tac nocturno, que te arrulla con el paso de los minutos y los segundos.

A la que coloqué el reloj en la mesita de noche, suspiré. Cogí el móvil y lo desterré bien lejos. A la cocina. Ya estaba harto de soportarlo por las noches. Y me dormí como un angelito escuchando los tacs de la aguja minutera.

Ahora estoy preocupado. ¿Qué será lo siguiente? Mucho me temo que tenga que comprarme una linterna, una regla de nivel, una brújula, una cámara fotográfica, otra de vídeo, un álbum de fotos portátil, una calculadora, un atlas mundial, un reproductor de música, un diccionario, un afinador...

Nos hemos acostumbrado tanto a la multifuncionalidad del teléfono que ya no concebimos el mundo como era hace veinte años. Dependemos de él para todo.

Todo cuanto cabe en un móvil nos acaba esclavizando a él. Pero liberarse resulta cada vez más complicado.

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