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Sa Torreta

En mil años, todos chinos

Me dispongo a iniciar la compra semanal en el mercado exterior de Pere Garau. Antes entro en un bar a tomar...

Los chinos dan sus primeros pasos en el mercado inmobiliario.

Me dispongo a iniciar la compra semanal en el mercado exterior de Pere Garau. Antes entro en un bar a tomar un descafeinado con leche y un cruasán. Lo regenta una familia china. Precio de la consumición 1,85 euros. Lo que me hubiera costado uno de los dos componentes del desayuno en la mayoría de lugares de la ciudad.

Antes de adquirir unos limones y unas peras de agua al solleric que me abastece de cítricos los doce meses del año, descubro que no es el único bar que regentan los ciudadanos orientales. Prácticamente se han hecho con uno en cada esquina.

Cuando comenzaron a aterrizar en Mallorca, nos parecieron una especie exótica confinada en restaurantes de larga carta que incluía sopa de aleta de tiburón, arroz tres delicias y pato laqueado al estilo pequinés.

Después llegaron las tiendas de todo a cien pesetas, los euros aún no habían aterrizado en nuestro continente. Ahí descubrimos la otra cara del país. Hasta entonces un jarrón o un bordado chinos eran en España símbolo de calidad, de lujo y de trabajo minucioso. En las oscuras tiendas aparecieron miles de baratijas y cachivaches inútiles, muy alejados de la exquisitez que asociábamos con el país oriental.

Las tiendas de comestibles fueron el siguiente paso. Después llegaron los bares. Una cosa que me sorprende es la oscuridad que impera en ellos, y, por qué no decirlo, el escaso interés por la limpieza o por la presencia del establecimiento.

A unos pasos del antiguo Metropolitan descubro un cartel escrito en castellano y chino: 'Se alquila. Inmobiliaria HuaDing'. En su página web leo que es la "primera inmobiliaria en Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera especializada en posicionar propiedades en el mercado chino y asiático y en asesorar a inversores chinos" y que puedo hacerme con un piso en la calle Antillón por 96.000 euros. ¡Han entrado en el sacrosanto mundo del negocio inmobiliario mallorquín y alemán! Se despejan las incógnitas, quizás en mil años no seamos todos calvos, pero todos seremos chinos.

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