Uno de los barrios más amenazados por la presión de la multimillonaria inversión extranjera, el Molinar, es también una zona con un gran tejido social. Quedó demostrado ayer en el décimo aniversario de la Fira Ran de Mar, que convirtió el passeig en una guirnalda de tenderetes de artesanía, pintura, artes de la mar y gastronomía. Ésta, con especial tributo al pa amb oli hecho con bacalao, anchoas, arenques, sardinas y atún.

"El barrio se está vendiendo. A mí me han ofrecido millonadas. Me han venido con cheques en blanco. ¡Es triste que sean los propios mallorquines los que venden, pero claro, hay muchas personas mayores que acaban cediendo! Dicho esto, también hay que reconocer que los vecinos del Molinar son muy luchadores. ¡Basta ver lo que ha pasado con el port petit!", expresaba la fotógrafa Neus Fafa, natural de Barcelona pero vecina del barrio desde hace 12 años. Vende sus fotos del Molinar. En ellas se aprecian algunos cambios.

No muy lejos, las estrellas de esta barrio de salitre, dos de los barcos de vela latina más significativos en esta décima edición de la feria: el llaüt Alzina y el Besitos, ambos BIC. Esta segunda embarcación procede de Menorca. Evarist Coll es su patrón. "Era un barco de pesca que iban a destruir. Decidimos mantenerla, se reconstruyó y conseguimos que fuese declarado Bien de Interés Cultural. Al final encontramos la documentación, y así ha podido volver al mar", cuenta.

Ayuda al ´Alzina´

El Alzina, amarrado habitualmente en el club Nautic de s´Arenal, pasa apuros aunque Catalina Oliver, la presidenta de la Associació Alzinaires, agradece "todo el apoyo que estamos recibiendo de particulares, pero necesitamos más socios", pide.

Al final, la estampa de los dos barcos fue festejada por el cada vez más numeroso público que aprovechó, tras el baño en la pequeña playa, el ir de feria.

Mientras, dale que dale al encaje de los bolillos en un sin parar y casi como un acto de meditación: "Va muy bien para el cerebro porque te hace concentrarte y te adiestra la memoria", asegura Amparo Graxell, quien junto a a su amiga Jero Sansó, de Santa Catalina, se sentó en la mesa a coser un punto de libro. "El primer año haces y deshaces; el segundo haces alguna cosilla, y el tercero, ¡ya sabes!", afirma.

Entre los más de cincuenta tenderetes, se encontraba el de productos del olivo de María Jesús Marín, de Consell, aunque contó que "se hacen con olivos que vienen de Tortosa, pero se fabrican aquí".

Esponjas de Grecia

Cristina Marchal y su marido son navegantes. Él aún sigue de patrón en Kalimnos, en Grecia, de donde trae las esponjas que ella vende en las ferias de Mallorca. Viven en la isla.

"Las traemos de la isla de los pescadores de esponjas en el Egeo. Se cogen entre 10 y 20 metros, pero se está perdiendo esta tradición porque es arriesgado y deja poco margen de beneficio", cuenta Cristina.