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Sa Torreta

La Nova cançó bajo bandera española

Todo sucedió en una misma noche de hace cincuenta años. Lluís Llach cantó por primera vez en Mallorca. Interpretó...

Llach actuó en Palma por primera vez el 5 de agosto de 1967.

Todo sucedió en una misma noche de hace cincuenta años. Lluís Llach cantó por primera vez en Mallorca. Interpretó una canción que el cronista de diario de Mallorca identificó como "una leyenda de Valls". No podía ser otra que El bandoler, con la que "hizo un auténtico ejercicio vocal, pasando de los graves a los agudos". Esta misma velada, Miquelina Lladó, que comenzaba a hacerse un hueco como cantante, presentó su primer disco. Dos hermanos -Joan Ramon y Maria del Mar Bonet- demostraron que estaban en primera fila de la canción en catalán. Guillermina Motta y Joan Manuel Serrat se erigieron como "lo mejor de la Nova Cançó". La primera cantó, entre otros temas Els bufons. El del Poble Nou desgranó siete temas y, ante la insistencia del público cantó uno más: La tieta.

Francesc Pi de la Serra se mostró irónico y con letras de contenido social. Enric Barbat tenía un "humor muy acentuado". Los Valldemossa probaron que eran y siguen siendo unos grandes profesionales. También estuvieron en el mismo acto Esperanza Enseñat, una joven de Sóller que interpretó Pescador; Els Set d'Aquí, un conjunto que en opinión del cronista no estaba muy dentro del espíritu de la Nova Cançó y Maria Amèlia Pedrerol -la más joven de los integrantes de Els setze jutges-.

Una conjunción de artistas que pocas veces se ha vuelto a repetir. Eran los años en que la Nova Cançó se abría paso con prudencia, no podía ser de otra forma, entre los corsés impuestos por la dictadura franquista. Joventuts Musicals organizó el III Festival de la Nova Cançó en el castillo de Bellver. Lo presentaron Carme Riera -en castellano- y Joan Manresa -en mallorquín-.

Las entradas se agotaron con días de antelación. Las colas de coches para llegar a la fortaleza comenzaban en el Kursaal.

El Ayuntamiento de Palma cedió Bellver para el recital. El escenario fue adornado con dos enormes banderas: una era la mallorquina; la otra, la española. Llach debió tragar quina, no quedaba otra. Lejos estaban los tiempos de Junts pel sí y el procés.

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