Menos mal que la fiesta de San Fermín del bar España ya no se celebra en el casco antiguo de Palma porque se hubiera desbordado si las más de 1.200 personas que acudieron al chupinazo hubiesen invadido el centro. Fue suficiente saturación el sábado de cruceros, los turistas de hoteles y pisos de alquiler y el día nublado, que atrae a más visitantes de otros puntos de la isla.

El lugar de celebración desde hace tres años, sa Possessió, también se vio superado. El millar de aprendices de pamplonicas que había al mediodía es el aforo permitido en este recinto del polígono de Son Rossinyol, aunque un centenar más esperaba en la cola para poder entrar a medida que iba saliendo gente y numerosos grupos se desperdigaron por las calles de alrededor bebiendo litronas y calimochos.

Los apretones se sucedieron tanto en la puerta de acceso como en el patio de la finca, desde donde puntual se lanzó el chupinazo para deleite del público. No cabía un alfiler, por lo que la imagen de San Fermín se paseó con complicaciones. Se repitieron todas las tradiciones de Navarra, incluidos los toros, aunque con ruedas, y por supuesto la mayoría de los asistentes vistió de blanco con pañuelo rojo.

La canción "a Pamplona hemos de ir?" sonó en varias ocasiones y la charanga de los Estupendos Burruños animó aún más si cabe el desmadre, regado con cubos y pistolas de agua (muchas más que otros años) para paliar el calor y poder seguir la fiesta sin desmayos.