Toda historia tiene dos caras. En la del alquiler vacacional, el relato más escuchado este último año ha sido el de las consecuencias negativas que ha provocado la nueva industria turística. La otra versión es la de los propietarios de viviendas -como Lina, Fernando, Antònia, Juan, María del Carmen y Pedro- que han encontrado en esta modalidad de negocio una manera de salir de la crisis tras la pérdida de su trabajo o una fuente de ingresos extra para pagar unos gastos inesperados por motivos familiares o profesionales. Todos ellos tienen un piso en Palma -en el casco antiguo, Santa Catalina y el Eixample- y durante las últimas semanas han seguido con cierta preocupación las declaraciones, matizaciones y rectificaciones que se han sucedido en el equipo de gobierno municipal sobre la prohibición de alquilar viviendas plurifamiliares.

El Ejecutivo balear aprobó el viernes el proyecto de Ley de Alquiler Turístico, que deja en manos de Cort y demás consistorios la decisión sobre las zonas en las que se podrá desarrollar esta actividad, por lo que los propietarios de pisos en Ciutat deben esperar a que el tripartito se ponga de acuerdo.

"Estoy a la expectativa. Necesito que aprueben una regulación para saber qué hacer, porque si mi vivienda no se ajusta a la Ley, la venderé y seguro que la comprará un extranjero". Cuando Juan se quedó sin trabajo en plena crisis económica y con 50 años, su piso de Santa Catalina estaba vacío y entonces se planteó lo mismo. "Mi mujer y yo sufrimos un ERE. Busqué por todas partes, pero no me querían por la edad, por lo que pensamos en vender esta vivienda, porque residimos fuera de Palma y solo la usábamos de vez en cuando". Era 2011 y al final optó por el alquiler vacacional, que todavía no estaba tan desarrollado y logró sacarles "las castañas del fuego", afirma quien se tuvo que reinventar y ahora subsiste como autónomo.

Antònia era azafata y sufrió las consecuencias de la crisis en las compañías aéreas. "Envié 5.000 currículums, pero nada. Caí en una depresión", explica. Empezó a alquilar su casa -ubicada en la part forana- a turistas y vio la luz. Como también tiene un piso en Palma, en la zona de Blanquerna, ha pensado en hacer lo mismo, aunque las informaciones de los últimos tiempos la hacen dudar. "Comprendo que tiene que haber un número máximo de licencias para alquileres vacacionales en cada barrio, porque a mí tampoco me gustaría tener el edificio lleno de turistas". Sin embargo, cree que la prohibición en toda la ciudad, como dijo hace dos semanas el concejal de Urbanismo, Antoni Noguera, "es un absurdo, porque se han arrendado habitaciones y viviendas a visitantes toda la vida en todas partes del mundo. Lo que hay que hacer es regularlo pronto y bien para acabar con esta inseguridad jurídica", destaca.

Molestias a vecinos

Otra propuesta del futuro alcalde a partir de junio y que se aplica en ciudades como Amsterdam, la de alquilar la vivienda en la que uno reside o parte de ella, ya es puesta en práctica por Lina y Fernando, del Eixample y el centro histórico, respectivamente. Para Noguera, "se enmarca en el concepto de economía colaborativa". Además, evita problemas a vecinos, como añade la dueña de un piso en la zona de Arxiduc, que pasa largas temporadas fuera de Mallorca por su profesión y situación familiar. "Es la casa donde yo vivo, donde están mis cosas y mis vecinos, a los que veo todos los días, por lo que cuando leo un perfil que pide reservar pero creo que puede causar molestias, lo rechazo. Una vez tuve una queja y desde entonces voy aún con más cuidado", afirma.

Para Lina, esta forma de alquiler le permite "equilibrar la economía y continuar llevando la vida actual". Las realidades profesionales y sociales de hoy en día pueden llevarnos a tener que arrendar la propia vivienda, dice, por lo que pide a los políticos que sean conscientes de la compleja situación que regulan.Desvío de la atención

Fernando tenía una tienda en el casco antiguo y, como los gastos le "comían", decidió alquilar una habitación de su piso. "Pensé: si el turismo no viene a mi negocio, que venga a mi casa". También está a favor de una normativa, ya que de lo contrario "se continuará fomentando la especulación". Él ha sufrido las consecuencias de la burbuja del alquiler, ya que tuvo que dejar su establecimiento por el elevado coste y, debido a ello, se decantó por el visitante de Airbnb. Sin embargo, considera que "se ha desviado la atención por intereses obvios", dice refiriéndose al sector hotelero. Lina lo deja claro: "No están presionando a un lobby que explota a sus trabajadores con contratos temporales, horarios extenuantes y sueldos bajos, sino a familias o pequeños inversores que quieren alquilar su casa para pagar la hipoteca o lo que sea. No es un gran negocio, no te haces rico, sino una ayuda para que la gente pueda tener cierto margen económico", resume.

En la misma línea se expresa Juan, ya que "esta modalidad de turismo no la ha creado ninguna empresa multinacional, sino el propio mercado, que lo pide, y los beneficios no van a un despacho en Londres, sino al fontanero, que además es tu vecino del quinto, o al colmado de abajo". Bajo el piso que Mari Carmen y Pedro tienen en la avenida Argentina hay un restaurante al que van muchos de sus inquilinos. "Si mis huéspedes comen o cenan allí, les invitan a un café. Trato de promocionar el comercio local, porque quienes vienen de vacaciones a un piso y no a un hotel quieren comprar y disfrutar de lo mismo que los de aquí. Suelen ser familias con un nivel social medio-alto", dice ella sobre la vivienda heredada entre tres hermanos.

"El piso era de Cuéntame". Al principio, lo alquilaron a varios trabajadores y fue bien, aunque un tercer arrendamiento de larga estancia no les pagó durante seis meses y les hizo varios destrozos. El problema se juntó con la crisis y Mari Carmen se quedó en el paro. "No queríamos alquilarlo otra vez, debido a que hay una enorme desprotección hacia los propietarios, por lo que optamos por hacerlo con turistas".

Saturación y precios

Al preguntar por la saturación que provoca el turismo de alquiler en las zonas residenciales, todos son tajantes y hablan de los cruceros con miles de pasajeros en un día, la continua apertura de hoteles en el centro y las visitas de turistas de otras zonas de la isla. "El alquiler vacacional es una mínima parte", afirma Juan. En cuanto a la subida de precios, cree que no es solo por este tipo de arrendamiento, sino porque "hay una alta demanda de viviendas para comprar por parte de personas del norte de Europa y la oferta escasea".

El responsable de la empresa We Loft It, de servicios de apoyo al alquiler turístico, pronostica que "los precios no disminuirán pese a unas fuertes restricciones en la legislación", en palabras de Jon Berasategui. "Antes de la crisis apenas había alquiler vacacional para echarle la culpa y los precios de la vivienda subieron. Luego volvieron a bajar un poco y ahora suben de nuevo. Es un problema endémico", argumenta. Aunque las regulaciones provoquen que aumenten los pisos en el mercado del alquiler de larga estancia, "los dueños intentarán recuperar la inversión realizada en reformas, si no acaban vendiéndolos". Tal vez a un extranjero que quiera continuar viniendo la isla, ahora alojado en su propia casa.