Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crónica de antaño

El "Conde Rossi" llega a Palma

El conde Rossi se autoproclamó "salvador de Baleares ante el comunismo".

En Mallorca quien más quien menos ha oído hablar del conde Rossi, aquel italiano que, por cierto, ni era conde ni se apellidaba Rossi. Son muchas las historias que desde los primerísimos momentos de la Guerra Civil se contaron sobre él. Historias muchas veces contradictorias. Unas lo describieron como un personaje cuya intervención en la isla no dejó de ser anecdótica, otros los consideraron el héroe que evitó que las Baleares cayesen en manos de los comunistas, mientras que también hay quien lo consideró el auténtico dictador de la isla. Georges Bernanos, contemporáneo al falso conde Rossi, ya lo describió, con bastante acierto, en su conocida obra Los grandes cementerios bajo la luna. En 1988, el historiador Josep Massot i Muntaner, publicó Vida i miracles del Conde Rossi, trabajo que se convirtió en un referente indispensable para entender al dirigente italiano en toda su dimensión. Ahora, casi treinta años después, alejados ya los días de la dictadura franquista, desclasificados los archivos ingleses e italianos, y no pocos testimonios que ha continuado recogiendo durante estas últimas décadas el incansable historiador, desde hace años considerado una autoridad sobre la Guerra Civil en Mallorca, Massot i Muntaner ha publicado recientemente un nuevo trabajo Arconovaldo Bonacorsi, el Conde Rossi del cual se puede extraer una descripción bastante detallada de lo que Rossi significó para Mallorca durante aquellos primeros meses de guerra.

Bonacorsi nació en Bolonia, en 1898, en el seno de una modesta familia. En su adolescencia flirteó con la izquierda, y en 1915 se afilió a los "Fasci di Azione Rivoluzionaria". Ese mismo año participó en la Gran Guerra en la que cayó prisionero y llevado a un campo de concentración alemán. Tras el armisticio de 1919 nuestro protagonista, todavía soldado, se desplazó a Milán. Allí ingresó de nuevo en el movimiento fascista, convirtiéndose en un fiel seguidor y servidor de Mussolini. Pronto pasó a formar parte de los "Arditi della Morte", un grupo extraído entre los soldados excombatientes más energúmenos, los cuales actuaban como fuerza de choque a las órdenes del futuro Duce. A los "Arditi" les rodeaba toda la parafernalia de uniformes paramilitares, con sus desfiles, con sus ridículos ademanes mussolinianos, sus puñales y bombas de mano? su insignia era una calavera. Bonacorsi, convertido en un virulento camorrista, reventó innumerables actos de la izquierda italiana y muy pronto conoció la prisión que le sirvió de plataforma social para conocer a los fascistas más peligrosos de Italia. Luego, con Mussolini ya en el poder, se dedicó a perseguir y asesinar, mediante la squadre, a sus adversarios. No perdamos de vista estos precedentes, pues unos años más tarde los veremos reproducidos en Mallorca durante los meses consecutivos al Alzamiento.

La brutalidad y las malas artes del boloñés, junto a su relación con Leandro Arpinati, provocaron la desconfianza de Mussolini. Esa falta de escrúpulos y la facilidad en meterse en constantes problemas, debieron influir en que el Duce quisiese apartarlo y, por ello, pensase en él como la persona idónea para enviar a las Baleares. Según Massot i Muntaner "No seria estrany, doncs, que, quan es va presentar l'avinentesa, Mussolini es tragués de sobre un personatge incòmode, enviant-lo a Mallorca".

José L. Alcofar advertía que "desde el mismo momento de iniciarse la guerra de España, el Duce quiso estar siempre informado de la situación de las Baleares y, por ello, inmediatamente, se ordenó a la Flota [italiana] que hubiera siempre al menos un barco de guerra en la bahía mallorquina que debía estar en contacto constante con Roma". Está claro que para Mussolini el Mediterráneo era una pieza estratégica clave para sus planes fascistas. Por ello, no debe extrañar que, tras el desembarco del ejército republicano en Porto Cristo, capitaneado por el capitán Alberto Bayo, Italia enviase ayuda militar, básicamente apoyo aéreo, al bando nacional. Nada fue improvisado. Parece ser que ese apoyo se materializó tras una serie de pactos con el general Mola y gracias a la indispensable financiación de la operación por parte del magnate Juan March Ordinas. Los italianos, y muy especialmente Bonacorsi, aunque fueron llegando discretamente por turnos, desembarcaron en Mallorca otorgándose a sí mismos el papel de "salvadores de las Baleares frente el comunismo".

Bonacorsi aterrizó en Palma el 26 de agosto a bordo de un hidroavión civil. Durante varios días fueron llegando, por mar y aire, efectivos y armamento procedentes de Italia. A medida que los italianos llegaban, iban adoptando "nombres de guerra". Nuestro protagonista se hizo un sello de goma con el emblema de Falange y una inscripción con su nombre de guerra: "General Aldo Rossi, Ejército anticomunista, Palma". Por tanto, General Aldo Rossi fue el nombre que se puso, aunque fanfarroneando se atrevió a mentir a los mallorquines asegurándoles que era conde, por lo que enseguida fue conocido como el "Conde Rossi". Apunta Massot i Muntaner que el afán de protagonismo, las ganas de exhibición y propaganda de Bonacorsi se toparon con los mandos del ejército español, los cuales no tardaron en adivinar la prepotencia y la falta de profesionalidad del italiano. Durante los dos primeros días de su estancia en Mallorca intentó imponerse como la máxima autoridad militar de la isla, pero al no ser reconocido por los militares se le tuvo que crear un cargo a medida: "Ispettore Generale delle Truppe Operante". Por otro lado, también se le encargó la misión de organizar Falange, de cuyos miembros escogió a los más desalmados para crear los "Dragones de la Muerte", un grupo inspirado en los "Arditi della Morte" que tan bien conocía Bonacorsi. El día 28 de agosto ya estaba organizando y dando órdenes en el frente de Manacor. Desde un primer momento, la injerencia del italiano chocó frontalmente con los mandos del ejército español. El oficial que estaba al mando, el teniente coronel García Ruiz, informaba que "hube de emplear todo el tacto de que soy capaz con este señor que quiso constituirse, desplazándome, en Jefe de Operaciones, llegando a darme órdenes, que, naturalmente, no cumplí". La relación entre ambos llegó a ser muy tensa. Por tanto, Bonacorsi no pudo imponerse al mando militar de Mallorca pero sí, en cambio, consiguió levantar la moral de los soldados. Con su oratoria consiguió arengar a la tropa, insuflarle ánimos, efecto que, por lo visto, tuvo sus efectos positivos.

Ahora bien, la repentina retirada de Bayo ordenada por el gobierno de la República, evitó el enfrentamiento final entre nacionales y republicanos. De todas formas, esa retirada fue aprovechada tanto por García Ruiz como por Bonacorsi que inmediatamente se otorgaron el papel de salvadores de Mallorca. Allá donde fueron los militares españoles e italianos y los falangistas, fueron aclamados. La apoteosis tuvo lugar en Palma, el 6 de septiembre con la celebración de la "victoria" con un desfile en que el "Conde Rossi" apareció montando a caballo, portando casco, a la manera de los antiguos condotieros, realizando ademanes, ridículos a ojos de hoy, pero que en aquellos momentos crearon una fuerte impresión entre el gentío que le vitoreaba. Esa gran farsa fue el inicio de una nueva etapa: la de la represión del "Conde Rossi" y su Dragones de la Muerte en el interior de la isla.

Compartir el artículo

stats