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Sa Torreta

¿Volverán las oscuras golondrinas?

Podemos elegir el refranero popular: Per Sant Macià, l'oronella torna i el tord se'n va. O preferir el verso de Becquer: Volverán las oscuras...

Suelta de golondrinas en 1973. Torrelló

Podemos elegir el refranero popular: Per Sant Macià, l'oronella torna i el tord se'n va. O preferir el verso de Becquer: Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar... Quizás el recuerdo falla, pero uno tiene la impresión de que la Hirundo rustica regresa un poco menos cada año. Décadas atrás sus vuelos acrobáticos constituían un espectáculo callejero que se repetía todos los atardeceres desde que llegaba el buen tiempo hasta que amenazaban los primeros fríos. Los aleros de los tejados daban cobijo a los nidos cónicos elaborados con barro.

¿Faltan cada vez más oronelles -y sus primos las falzies y los cabots- en los cielos mallorquines? Esperemos que no fallen nunca. Para sorprendernos con sus vuelos, sí. Pero sobre todo para ser un aliado insustituible en la lucha contra el enemigo número uno del verano: los mosquitos. Apenas termina su labor constructora, el ave se dedica a la caza de molestos invertebrados cuyo único objetivo vital conocido es fastidiar las siestas y veladas nocturnas.

Si un día faltan a la cita, habrá que pedir perdón por lo que sea e ir a buscarlas. Como en 1973. Como en la foto de Torrelló que ilustra este artículo. Un grupo de autoridades, civiles y militares, abren las cajas de cartón desde las que emprenden el vuelo decenas de golondrinas. Ecologistas de corbata, que lo de los pelos largos y los vaqueros en actos oficiales llegó más tarde. Cajas recicladas y agujereadas. En medio de la pista del aeropuerto. Aterrizaje y despegue para los cazadores del cielo.

¿Por qué fue necesaria la operación golondrina? ¿Que les había impedido viajar por sus medios naturales? ¿Hubo preocupación porque no llegaban a la isla? ¿Alarma? ¿Temor? ¿Pánico?

Desde hoy comenzaré a mirar los cielos al atardecer. Rogaré por el retorno de las oronelles, falzies y cabots. Confiaré en que continúen su labor depredadora de los mosquitos. Y, si faltan a su cita, exigiré a las autoridades que aprueben severas medidas para congraciarnos con ellas. Reclamaré que se promuevan leyes que protejan sus nidos de los desaprensivos. Y, si es necesairo, volveremos a pagarles el viaje en avión.

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