En la feria del Ram conviven las atracciones de toda la vida con la última tecnología de los aparatos más modernos, pero todos logran impactar y hacer disfrutar por igual, porque "las emociones no cambian". Lo han comprobado a lo largo de los años los feriantes de la familia Martí, los dueños del Látigo, la atracción más antigua del Ram, que lleva viniendo a la ciudad desde hace más de seis décadas. "Mi marido, Josep Martí, aprendió a caminar en la Rambla, ya que antiguamente estaba allí la feria", como cuenta María Ángeles Cornejo mientras atiende con su hijo, Josep, la taquilla de venta de tiques durante la soleada jornada matinal de ayer.

Los gritos y risas de quienes se sentaban en una de las 13 cabinas de colores, con los aros olímpicos dibujados en ellas, se mezclaban con los mismos sonidos procedentes de la vecina Mega Rana. Al mando de esta atracción, con un despliegue de botones táctiles ante sus ojos, se sienta Bernardo Bisquerra, secretario y portavoz de la asociación de feriantes. Va apretando saltos ´altos´, ´medios´, ´bajos´, ´kamikaze´ y ´saltitos´ en función de un factor principal: "Cuando hay niños pequeños, aplico menos intensidad que por la noche, que suelen ser horas más juveniles y les gusta que las atracciones sean movidas".

En el ordenador tiene incluso cuánto pesan los grupos de cada cabina y va combinando "el salto con la velocidad -como máximo, unos 50 kilómetros por hora- y la participación del público", al que anima con el micro diciéndoles, por ejemplo, "¡arriba los brazos!" El Látigo de los Martí es mucho más sencillo. "Se han realizado mejoras de seguridad, aunque la estética y el motor siguen siendo los mismos que en los inicios, y mantiene el mismo movimiento", afirma María Ángeles. No por ello es menos atractivo, ya que "suben muchos adultos y abuelos con sus nietos, y les encanta, porque como tiene una forma ovalada, no se marean", detalla.

Una vez fueron felicitados por los especialistas de una moderna atracción "debido al ingenio del aparato y el buen mantenimiento que se le ha hecho". La admiración procedía de un grupo de técnicos del Gigant Max, que supera los 170 kilómetros por hora durante su velocidad máxima, mide 63 metros de altura -solo la noria es más elevada (65 metros)- y "hace que la cara se te vaya para atrás", en palabras de Auba, de 10 años, ayer nada más salir del conocido coloquialmente como el palo. "Es muy emocionante, me ha gustado mucho", añadía Ivana, de 8 años. Enfrente se encuentra el Flip Fly, al que Nara, de 14 años, se subió tras probarlo por primera vez el año pasado. "Ahora voy al palo, que también conozco, pero es más fuerte el Flip porque te pone del revés", detallaba.

Todo tipo de atracciones

Las atracciones clásicas de gran tamaño, como la ´V´, el Vikingo, Extreme o las citadas, entre otras, activan la adrenalina a los más atrevidos, pero la feria del Ram está abierta a todos los públicos y quienes quieran menos impacto tienen para escoger alrededor de medio centenar de aparatos en movimiento. En cuanto a la oferta de máquinas infantiles y puestos que ponen a prueba la habilidad de uno, hay alrededor de 70, que se suman a las casetas de comida y bebida distribuidas por todo el recinto de Son Fusteret, junto al polígono de Son Castelló.

En total, 171 puestos de feria, muy concurridos ayer, el primer fin de semana en el que triunfó el Ram, ya que el anterior tuvieron la competencia del Carnaval. Hoy se inaugura oficialmente la feria con la asistencia del equipo de gobierno de Cort y estará abierta hasta el 23 de abril, después de las vacaciones escolares de Semana Santa en las islas. Durante los días laborables, abre sus puertas a las 17 horas hasta las 23; y los fines de semana, desde las 10 horas hasta la medianoche.

La música a gran volumen, las luces de neón, las frases rimadas para atraer público -"si te quieres divertir, al dragoncito Elliot has de subir"-, la pesca de patitos, tirar dardos a globos de colores y los puestos de algodón están en el imaginario colectivo de todo el que ha visitado alguna vez la feria. Muchos niños acudieron ayer por primera vez en su vida y otros aún no se han adentrado en el mundo de colores que ven al otro lado de la vía de cintura.

Desde el interior, las 24 cabinas de la noria permiten observar la ciudad a 65 metros de altura con el suave balanceo de la rueda, una atracción que domina el recinto y fue renovada por completo hace cinco años para incrementar la seguridad sin perder la magia del símbolo de toda feria. La de Palma es la primera del año, por lo que los feriantes la cuidan con mimo.