Atracciones para los más pequeños, para familias y también para quienes buscan un subidón de adrenalina. Instalada en el recinto de Son Fuster de Palma desde el pasado 1 de marzo y hasta el 25 de abril, la Fira del Ram ha reunido hoy a miles de personas dispuestas a disfrutar de su amplia oferta de ocio, juego y gastronomía y pasar un buen rato de domingo en familia o entre amigos.

En el recorrido entre las atracciones suenan a todo volumen músicas estridentes para atraer al público. Los feriantes promocionan su oferta micrófono en mano con acentos exóticos de otros geografías, pero dispuestos siempre a hacerse entender. El recorrido cambia de aroma por barrios: gofres, perritos calientes, churros y palomitas se cuelan entre una imponente noria, el martillo, el barco vikingo o la montaña rusa.

El látigo sigue triunfando y chirriando en las curvas casi treinta años después de presentarse en Palma como la novedad más trepidante; la jaula de la cárcel sube a cuarenta metros del suelo provocando gritos de pánico entre la festiva parroquia adolescente; los caballitos siguen cautivando igual que siempre a los pequeños de la casa, que no apartan la vista de sus padres o acompañantes en su primera incursión en el salvaje oeste; la montaña rusa es una de las propuestas familiares favoritas; tampoco falta el pulpo como uno de los clásicos entre los clásicos; hay tómbolas por doquier, de esas que siempre tocan, aunque nunca a gusto del apostante; tabernas con platos variados, serrano de bodega y tinto de barril a raudales; bingos con speakers que podrían hablar varios días seguidos sin un solo silencio; juegos de habilidad a doble o nada con balones de fútbol, patos de goma y carabinas que parecen pan comido, y un tren de la bruja con final feliz.

La Fira del Ram entusiasma y divierte, tiene un público fiel que llena sus atracciones, cada vez con más medidas de seguridad, y el complemento del parking de Son Fuster, donde un grupo de feriantes se preocupa en facilitar el aparcamiento.