“Para que lo entiendas, aquí pasa igual que en Son Banya con La Paca. Cursach es la Paca de la noche”, declaró el dueño de un local nocturno de Palma al grupo de blanqueo de la Policía Nacional.

El que fuera en su juventud recogepelotas del antiguo Mallorca Tenis Club y empleado de las salas de fiesta de bandera de más éxito en la Platja de Palma, se convirtió en su madurez en el dueño del gimnasio más exclusivo de Palma y en el propietario, casi en régimen de monopolio, de la noche de Calvià, Palma y s’Arenal, con discotecas BCM, Tito’s, Pachá y Megapark. Fue el desquite de un hombre hecho a sí mismo que ha extendido sus negocios a la restauración, la hostelería y la inmobiliaria, los ha internacionalizado y sobre el que siempre ha planeado una sombra de misterio, aunque hasta ahora nunca se había concretado en una causa penal.

Su imperio nació en el año 1970, cuando empezó a importar desde Inglaterra moda joven para vender en Palma y abrió su primera discoteca: Smash. Poco a poco fue adquiriendo nuevas salas de ocio nocturno hasta acumular más de 30 discotecas y convertirse ya en los noventa en el rey midas de la noche. No obstante, en aquel momento su rostro apenas era conocido y su imagen, con el cabello recogido en una coleta, no era habitual de los medios de comunicación, aunque todo el mundo en Mallorca sabía a quién se refería cuando hablaba de Bartolomé Cursach, hoy detenido. Era el poder real en la sombra, sin matices, un hombre que alternaba por igual y en el club social de su exclusivo gimnasio con políticos, importantes ejecutivos bancarios y mandos de la policía.

Perdió su anonimato cuando entró en el Real Mallorca, club al que literalmente salvó de la ruina económica y que acabó presidiendo. El magnate de la noche recuperó la economía del club en uno de sus momentos más difíciles. Entregó a la entidad 1.600 millones de las antiguas pesetas que sirvieron para pagar las fichas de los jugadores que se debían de la temporada 2001-2002 y de esta forma evitar el descenso administrativo a Segunda División.

Su entrada en el club al lado de Mateu Alemany relegaba a una segunda posición al Grupo Zeta, ya de salida y sin motivación para invertir más. Y significaba el reto de mallorquinizar el club de Son Moix con la ayuda de Ramón Rosselló, hombre de confianza de Cursach y en ese momento ejecutivo de Bancaja. Rosselló llegó con el objetivo de convencer a las grandes fortunas de Baleares para que invirtieran en el club. Pero el recorrido del nuevo presidente del Mallorca fue muy breve. En octubre de 2003 anunció su intención de vender sus acciones y abandonar el consejo de administración, lo que se hizo efectivo el 24 de julio de 2004. Vicente Grande se convirtió entonces en presidente y máximo accionista del club rojillo.

En la temporada 2011-2012 el que fuera presidente del Real Mallorca recuperó las ambiciones deportivas y se hizo con el control del Atlético de Baleares, que se proclamó campeón de su grupo en Segunda B y llegó a disputar sin éxito la promoción de ascenso. Volvió a intentar el ascenso la temporada siguiente con una inversión similar, pero con unos resultados muchos más discretos. Y el fracaso deportivo precipitó la salida de Cursach del club blanquiazul.

Su siguiente irrupción pública no se produjo hasta enero de 2015, cuando fue citado a la comisión de investigación sobre el hospital de Son Espases en el Parlament balear, junto a los empresarios Vicente Grande, Fausto Ferrero y Mateo Sastre, siendo el magnate de la noche el único del cuarteto que no había presentado concurso de acreedores durante la crisis.

Cursach, que no se quitó las gafas negras en toda la comparecencia parlamentaria, dijo no recordar los motivos por lo que le fue denegado el proyecto de geriátrico que pretendía construir en la finca anexa de Son Cabrer, y defendió que la compra del terreno fue una decisión empresarial en la que no tuvo que ver ni la administración ni tampoco información proporcionada por algún político.

Ante la pregunta de la diputada Fina Santiago de cómo interpretaba que el entonces concejal de Urbanismo de Palma, Javier Rodrigo de Santos, dijera públicamente que se denegaba la autorización del geriátrico porque “nadie se debía enriquecer a la sombra de Son Espases”, Cursach respondió: “Rodrigo de Santos era un dechado de virtudes, lo que dijo va a misa”.

Cuestionado acerca de si habría adquirido la finca por 13,5 millones de euros de haber sabido que veinte años después seguiría teniendo la calificación de rústica, Cursach afirmó: “Por supuesto que no, no la compré para sembrar patatas, la compré porque pensé que Palma iba a crecer por ahí”.

Tras el acto Més acusó al empresario de mentir descaradamente. Fina Santiago calificó de “muy grave” que una persona que tiene que comparecer ante una comisión parlamentaria de investigación no diga la verdad y recordó que al inicio de la misma se le advirtió de que de hacerlo podía incurrir en delito.