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Sa torreta

Cort y los grafiteros, alianza terrorífica

La caminata por uno de los paseos más bellos de Palma, el de Dalt Murada, transcurre plácidamente hasta...

Agresión de los pintamonas y desidia municipal.

La caminata por uno de los paseos más bellos de Palma, el de Dalt Murada, transcurre plácidamente hasta que uno llega al Baluard del Príncep. El espacio liberado tras el derribo de dos residencias militares y del edificio de la antigua caja de reclutas ha sido restaurado por Elías Torres. Recuperado por el arquitecto y maltratado por los grafiteros más tontos del universo y el Ayuntamiento menos sensible del país hacia el patrimonio.

Es cierto que resulta difícil atrapar a los pintamonas mientras ejecutan su acción criminal contra los bienes de Palma. Sin embargo, no es menos verdad que las autoridades municipales muestran una desidia impropia de una autoridad democrática.

En el Baluard del Príncep compiten en alcanzar el mayor grado de estulticia el imbécil o imbéciles del spray y el concejal incompetente responsable del mantenimiento de un espacio plagado de historia, paisaje y buena arquitectura.

El estúpido ignorante que pintarrajea nuestra historia deja mensajes en azul como Kaydy, en negro com 2mn2, en verde con supuestas declaraciones de amor con fecha de inicio (y suponemos que de caducidad porque nadie puede aguantar mucho tiempo a alguien con cerebro de mosquito) y en rojo con el dibujo de una hoja de marihuana.

El pasota, y también ignorante, responsable del mantenimiento del Baluard permite que crezcan los hierbajos, que se acumulen las botellas de plástico -había hasta un tenedor metido en uno de los bancos de marés- y, por supuesto, exhibe una lentitud paquidérmica a la hora de borrar las pintadas. Obviaremos hoy la incapacidad policial para atrapar a los energúmenos, la impotencia de los jueces para que se les pasen las ganas de volver a actuar y la falta de mano de los progenitores -si los agresores son menores de edad- para meterles en vereda.

Todo en su conjunto forma la combinación letal perfecta para que el patrimonio palmesano corra más riesgo que un funambulista atravesando las cataratas del Niágara con la mera ayuda de una pértiga.

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