Cuando Manuel Cabellos observa la Platja de Palma no la mira solo con ojos de urbanista y arquitecto. Tras su mirada está el niño y adolescente que jugó "en aquella playa de arena blanca", en la que sus padres compraron una casa en el Arenal. Ese "plus" está de alguna manera en su libro La platja de Palma, evolució històrica i planejament urbà, que apenas lleva un mes en la calle. Como él mismo insiste, "me interesa resaltar el proceso histórico" de lo que a su juicio "es un experimento. La Platja de Palma fue el laboratorio del crecimiento desmesurado que propició el turismo de masas".

Los cinco kilómetros de playa de arenas blancas van desde Can Pastilla a Bellavista. S'Arenal pertenece a dos municipios, el de Palma y Llucmajor, con una historia que no siempre ha estado presidida por las relaciones de buena vecindad.

Cabellos atiende desde el principio a cuestiones de toponimia y apunta que el nombre de Playa de Palma se debe al periodista Gabriel Fuster, Gafim. "La toponimia se roba", indica. El vicesecretario de Turismo aprobó en 1966 la denominación. Llucmajor perdía y ganaba la capital. Mucho antes que eso, sería el Arxiduc Luis Salvador quien acuñó el término Arenal del sur para diferenciarlo del Arenal del norte, como llamaban a las playas de Alcúdia y Muro.

Estaba claro, y Manuel Cabellos lo va desgranando a través de una exhaustiva investigación, que tras el proceso de urbanización de los cinco kilómetros de la bahía de Palma asomaba el interés turístico, no solo de los mallorquines, sino de Europa.

Así lo cuenta Manuel Cabellos. "Tras la II Guerra Mundial, mil aviones se pusieron en pública subasta. Se conciertan entre grupos británicos y alemanes que hicieron todo lo posible para que estos núcleos respondieran a sus fines turísticos. Con ellos se abarataron costes y el precio del pasaje descendió. Mallorca pasó de ser un destino de turismo de lujo, en los años 20/30 al de masas".

Aquellos iniciales pobladores, los recogedores de alga, los canteros y los pescadores, que procedían en su mayor parte de la zona de Llucmajor, y que desde el 10 de julio, su patrón, san Cristóbal, se quedaban como colonia estival hasta Santa Cándida, el 1 de diciembre, serían sustituidos por los turistas de los años sesenta.

"La masificación responde a criterios económicos de Europa que con el apoyo de gobernantes civiles como Fraga Iribarne, propiciaron la urbanización de una de las playas más bonitas de Mallorca", recalca. Recuerda Cabellos que aquellos hoteles del boom turístico "se hicieron a velocidad de crucero, en malas condiciones".

Su estudio se incluye en el Plan de Reforma Integral de Platja de Palma que por el momento no ha llegado a puerto. A su juicio, "la Ley Turística supone un incumplimiento puesto que una ley no puede ordenar el territorio; éste debe ordenarse por consenso de los ciudadanos".

Él invita a que nos preguntemos: "Cuando la isla de Mallorca sea como la Playa de Palma, adónde emigrarán los mallorquines?".