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Sa Torreta

Líbranos Señor de las reuniones de vecinos

Es martes, son las 21,00, calle Aragó. Una multitud se ha congregado en la entrada de uno de los edificios. ¡Horror! ¡Una asamblea de la comunidad de propietarios! Todas estas congregaciones cumplen tres leyes tan universales como las de Newton o Einstein. No importa si en el inmueble viven cuatro, 40 o 400 vecinos. Son principios que se mantienen inalterados desde que a alguien se le ocurrió que los humanos pueden vivir amontonados.

La primera es que los debates se alargan eternamente. En ocasiones, cuando el grupo es pequeño, el presidente, un cargo más peligroso que el de Fidel Castro cuando estaba en el punto de mira de la CIA, invitaba a sus convecinos a casa y hasta servía unas patatillas, unas olivas y unos refrescos. Ahora se suele optar por el despacho del administrador de la finca o, lo más duro para la integridad física de las personas, la entrada del edificio. No importa el lugar elegido. El debate comenzará con media hora de retraso y acabará solo Dios sabe cuándo.

Segunda ley de la comunidad. Todos los asuntos de calado y fuerte inversión quedarán pospuestos hasta una próxima reunión, que a su vez los demorará hasta la siguiente. Solo existe una posibilidad de que la cuestión se solucione cuando, una vez agotados todos los plazos, alguien sugiera que el presidente y/o el administrador hagan lo que les dé la gana.

Tercer mandamiento de las reuniones de vecinos. Las cuestiones nimias, desde el modelo de lámpara para la escalera hasta la mota de polvo en la barandilla, enconarán más los ánimos que el proceso soberanista catalán. El que ha logrado asiento en el primer peldaño de la escalera se levanta airado y el que lleva una hora en pie chilla mientras esgrime un puño amenazador. El pacífico e inteligente se larga a casa, sabedor de que resulta más difícil la paz en el edificio que en Oriente Medio.

Resulta evidente que en tiempos de Jesucristo no existían las comunidades de propietarios. En caso contrario, el Padrenuestro rezaría: "Líbranos Señor de todo mal y de las reuniones de vecinos".

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