Las nubes hacían presagiar lo peor, que no se vería, pero cuando la mayor parte del público que llenaba la Catedral estaba despistado y charlando, comenzó el espectáculo. Fue el más emocionante por inesperado. Todavía no era un ocho perfecto, aunque el hecho de ver los colores del rosetón mayor reflejados en el interior de la fachada principal bastó para que la alegría conjunta se expresase con un sonoro "ohhh" y aplausos.

Quedaban 15 minutos para las 9 horas y el efecto lumínico solo duró unos segundos. Sin embargo, desde entonces los asistentes no quitaron ojo del rosetón menor y apuntaron bien sus cámaras y móviles, ya que la primera vez pocos lograron la esperada foto. Las nubes jugaron de nuevo con la Catedral y volvieron a dejar un resquicio para que entrase un rayo de sol. Ocurrió cinco veces en un cuarto de hora, con nuevos "ohhh", y pocos minutos después de las 9 horas se formó el ocho perfecto, el emocionante Vuit de la Seu.