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Recuerdos indirectos

Recuerdos indirectos

Los recuerdos no siempre son directos e inequívocos. Muchas veces, la memoria te lanza una especie de botellas de náufrago. Sensaciones, memorias que flotan en el océano del pasado y que cuesta identificar. Aunque sientas su poder evocador.

Son los recuerdos indirectos. El que esto escribe, por ejemplo, ha vivido en varias casas. Y un día, de repente, te parece escuchar el sonido de un ascensor. Ese ruido a motor y desplazamiento de cabina, sordo y profundo. En un primer momento, te dices: "Ah, el ascensor". Pero después te acuerdas de que estás en una casa sin ascensor. Y te entra la duda: "¿Qué ascensor he recordado? ¿A qué casa pertenece?"

Podría ser la casa de la infancia, con aquel ascensor antiguo de madera que retemblaba. Hasta el punto de que sentías el roce de los cables metálicos, el sonido de las puertas. O el de un edificio de apartamentos. Cuando adivinabas el movimiento de los vecinos por el sonido de los motores, colocados justo encima del dormitorio. Se accionaban los mecanismos y por el tiempo que funcionaban adivinabas si era del primero, del segundo, del tercero...

O quizás de aquel otro piso, con un ascensor hidráulico. Bastante silencioso. Que se deslizaba suavemente y producía sólo un ligero temblor en la pared. Casi como una caricia.

¿A qué ascensor pertenecía tu recuerdo? ¿Por qué volvía de repente a la memoria? ¿Qué importancia pudo tener en tu vida? ¿Volverá a reaparecer algún día aquel recuerdo indirecto o volverá a desaparecer en la oscuridad del olvido?

Los recuerdos indirectos te recuerdan que tu mente es, en cierto modo, un poco como la Tierra. Bajo la superficie lisa, arbolada o marina, existen profundidades con ríos de lava volcánica, abismos incandescentes, núcleos de fuego.

Que sólo afloran a la superficie en forma de humaredas, recuerdos indirectos.

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