Mujeres de hoy

Fanny Guerrero Torcque: "El clown es un devorador de amor, hará lo que sea para que te rías"

"Los niños tutelados son víctimas, no delincuentes; es fundamental motivarles"

"Mi trabajo de payasa social es cien por cien vocacional", asegura Fanny Guerrero.

"Mi trabajo de payasa social es cien por cien vocacional", asegura Fanny Guerrero. / B. Ramon

Lourdes Durán

Fanny Guerrero Torcque se coloca una nariz roja y se convierte en Flip. Siete años atrás fue Flipa, una de las payasas de hospital de La Sonrisa Médica, la primera asociación en España, y creada en Mallorca en 1994, que se sirvió de los clowns como terapia para los niños enfermos. Animosa, comprometida con el otro, empática, activa, valiente, esta mallorquina nacida en Biniaraix en 1977 ha creado la ong Educaclown junto a Totó a finales de 2015. “Mi trabajo como payasa en los hospitales fue una escuela inmensa. Se lo debo todo, pero tuve necesidad de llevar más lejos aquello, quise trabajar con personas con problemas de salud mental, con niños de acogida, con marginados sociales. En los hospitales no tienes continuidad. En Educaclown ves crecer a los niños. Me atrapó. Recuperé la motivación”, cuenta.

Fanny Guerrero es la nieta de André Torcque, un naturista belga que en los setenta desarrolló en su casa de Biniaraix sus tesis de higiene vital a través de ayunos. Tuvo un juicio y acabó cerrando aquella ‘clínica’. Ya en Palma, montó la editorial Puertas Abiertas en la que él y su mujer tradujeron libros de espiritualidad. “Me he criado en una casa muy particular. Hoy todas estas técnicas están en boca de muchas personas, pero cuarenta años atrás sonaba muy raro. Yo viví al margen de todo eso. Solo recuerdo que vivir en Biniaraix fue la felicidad”, apunta. Hoy la busca y la entrega a través de la risa, del juego, del abrazo. “Lo hacemos poco, y no es bueno. Nos enferma”, asegura.

-¿De dónde surge esa necesidad de ayudar a los demás?

-Mi madre se separó, yo era la mayor de los tres hijos y tuve que cuidar a mis hermanos. Creo que proteger a los demás es algo innato en mí.

-Usted trabajó antes en cosmética. Dejó de vender maquillaje para ponérselo. ¿Y ese cambio?

-Por mis ganas de compartir. Un día vi una fotografía de un payaso de hospital y me atrajo. Me informé, y estudié clown. Tenía unos 20 años. Me gustó. El clown no tiene la cuarta pared.

-¿Qué significa?

-El clown, o payaso, es un devorador de amor, hará cualquier cosa para que te rías. No hay texto, se improvisa todo el rato. No hay máscaras. Ver a un adulto que juega por el placer de jugar me enamoró. No tiene precio.

-“Un día sin reír es un día perdido”, dijo Chaplin.

-Pienso lo mismo, y hoy nos reímos muy poco.“El mundo del clown también es muy machista; ahora empieza a haber mujeres payasas”

-¿Cómo sonreír a la vida si te trata mal?

-Sí, no es fácil, y a mí como a todo el mundo me han hecho daño, pero si estando mal consigues que el otro ría, te sientes mejor. En el fondo mi trabajo es egoísta. Es vocacional cien por cien. Pagarías por hacerlo y te pagan. Es una profesión que te devuelve con creces lo que das.

-¿Sirve todo el mundo para hacer reír?

-Todos podemos reír pero no me atrevo a decir que todos podamos ser clown.

-¿Qué tienes que tener para ser un buen payaso?

-La mirada abierta, ser transparente, tener ganas de jugar y saber escuchar al público, saber transmitir alegría; amor y ternura. Ser un buen comunicador.

-Los payasos pueden resultar tristes.

-El payaso es un navegante de emociones. Es 1 menos 1 igual a 2. Hay muchos tipos de payasos. Yo soy una payasa social. No transmito tristeza a mi público porque trabajo para gente que ya está muy triste. Si los niños sacan su dolor, yo me sirvo de él; si lloro, el niño no ve mis lágrimas porque haré que se ría de ellas.

-¿Cómo se puede sacar una sonrisa del dolor más intenso, la pérdida de un hijo?

-No se puede, pero puedes hacer el camino más liviano. Tengo mil historias que contar: una chica de unos 16 o 17 años, no recuerdo, estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos, se estaba muriendo, no estaba del todo consciente. Empecé a cantar una canción y mi compañero Bruno me señaló los pies de la chica. ¡Se estaban moviendo, seguían el compás! ¡Cómo lloré! Fanny se desmaya ante una aguja, si ve sangre se cae, pero la payasa Flipa sí pudo estar delante de esa niña y tantos otros. La nariz es la máscara más pequeña del mundo. El trabajo de payaso de hospital te da mucha fuerza, es adictivo.

-Apenas hay payasas.

-El mundo es muy machista, en general, y el del clown es muy masculino. Ahora empiezan a haber payasas. En la Sonrisa Médica, una de las primeras, Estrellita Vitaminas, fue mujer. En esto también fueron pioneros.

-De hacer reír a los niños enfermos, pasó a la gestión, a conseguir dinero. ¿Ahí sí que tuvo que ponerse máscaras?

-Durante la crisis se perdieron muchas ayudas y tuvimos que ir a buscar apoyos al sector privado. Creo que la sociedad es muy solidaria. Hoy por hoy la Sonrisa Médica está estabilizada, dispone de recursos, es una empresa que funciona. El payaso es una herramienta más del hospital.

“Hoy nos reímos poco, jugamos poco y nos abrazamos menos. Todo eso provoca enfermedad”

-¿Y usted decide dejarlo?

-La Sonrisa Médica funciona sola. Yo quise avanzar un paso más allá. Quería llevar mi trabajo fuera del hospital, a la Tercera Edad, a personas con problemas de salud mental, a niños maltratados que están en régimen de acogida... Fueron creciendo las ganas y medité el proyecto. Lo presenté al IMAS y lo hice de forma voluntaria, en un programa piloto en el centro de acogida des Puig des Bous. Aquello abrió una puerta que no se pudo cerrar. De eso hace un año y medio. No fue un paso fácil, dejar un trabajo estable, bien pagado, valorada... Pero yo me arriesgo si estoy motivada, y justamente eso, la motivación es uno de los pilares de Educaclown. Ahí te encuentras con adolescentes, de 13 a 18 años, con problemas de drogas, que han ejercido la prostitución, mal tratados, abusados. Son historias muy complicadas, muy duras. Son víctimas, no delincuentes. Somos la primera ong en España que trabaja con estos niños, jóvenes, de forma regular.

-¿En qué consiste su trabajo?

-Trabajamos tanto con los niños de primera acogida, con los que solo puedes jugar porque llegan muy nerviosos y no puedes motivarles. Solo les ayudas a canalizar su rabia. Hacemos juegos no competitivos y en grupo. En una segunda parte, trabajamos la motivación a través de talleres en los que un profesional como bomberos, guardia civil, cocineros, etcétera, les cuenta jugando en qué consiste su trabajo. Nosotros no somos educadores, lo bueno es que nos ven como un niño grande, y eso les da confianza. Se acercan. Con los adolescentes, nos quitamos la nariz, les hablas de tú a tú.

-¿Es un trabajo de riesgo?

-De riesgo emocional, pero muy gratificante.

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