Sa Torreta

¡Cómo hemos cambiado... Palma!

La humilde planta baja es incapaz de resistir el progreso. ¿Qué fue de aquel Eixample de Palma de casas con una estructura similar?...

La vieja, la casa y el gigante.

La vieja, la casa y el gigante.

Joan Riera

La humilde planta baja es incapaz de resistir el progreso. ¿Qué fue de aquel Eixample de Palma de casas con una estructura similar? Un inmueble, una familia... cuatro a lo sumo si eran plurifamiliares. Con su patio trasero en el que se cultivaba un huerto o se plantaban unos naranjos. Con su pozo y su terraza en la que vivir los cálidos atardeceres del verano. Un modelo de vivienda sobre el que teorizaron urbanistas como Guillem Forteza, unas moradas sencillas que impulsaron instituciones, entonces jóvenes y hoy desaparecidas, como la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Baleares.

¿Qué fue de las abuelas endolades como la que espera para cruzar el semáforo? Tres luces roja, ámbar y verde que, al atravesar la calle Aragó la protegen de un 600, un Renault Ondine o un Dyane 6. ¿Y de esos bares familiares, franquicia hubiese sonado a chino, que solo tenían que tomar una decisión: ser de Coca Cola o de Pepsi Cola?

La respuesta es que todo fue arrasado por el progreso. Casi no quedan endolades. En los bares hay que elegir entre Coca, Pepsi y cien más. Los semáforos ya no son bombillas incandescentes que se funden con frecuencia. Ahora son led. Dicen que gastan menos y que duran, duran y duran como las pilas del conejito.

Sin embargo, el mayor cambio físico es el que constata la fotografía de Torrelló tomada en 1974: la planta baja está a punto de ser devorada por el monstruo de diez pisos. Adiós a la luz. Adiós a las disputas entre unos pocos. Adiós al barrio en el que todos se conocen. Bienvenidos los gigantes. Bienvenidos los viajes en el ascensor entre dos desconocidos que, en el mejor de los casos, se dedican un buenos días o intercambian una frase socorrida sobre el tiempo. Bienvenidas las juntas de propietarios tumultuosas en las que el Administrador se siente un imponente secretario general de la ONU.

Es el progreso dirán algunos. ¿No sería mejor progresar en la cultura, el pensamiento y la solidaridad? Hemos avanzado, sí; pero solo si consideramos que para ir hacia adelante hay que tirar hacia arriba

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