Ya lo dice su himno: “La nostra festa és tot lo dia”. Nieve, truene, llueve, caiga quien caiga, nada hace desfallecer a la Confraria de Sant Sebastià. Sin comérselo ni bebérselo, se les ha colado una invitada inesperada: Xelo Huertas. A la lluvia se la aguardaba, a la política para nada. “No me echan ni los geos”, se leía en la chapa con su cara. Solo la portaban “los miembros de la junta, y algún enchufado”, bromeaban.

La chanza es la norma en los de Sant Sebastià, que han vuelto a ser los primeros en darle vivas al patrón, primero en boca de su presidenta Kika Coll, encaramada al ventanuco de Can Vinagre y con vivas a su dueño, el incansable Mateu, y después Tolo Oliver, desde el “balconing” en conversación con el mismísimo Donald Trump.

Let’s make the Confraria great again”. La plebe sebastianera coreaba el eslogan porque “en Palma también tenemos la Can Vinagre Tower, o el Palacio de Congresos donde las familias van a ir a hacer sus congresos. Tú irás a Mc Donalds, pero nosotros tenemos el brazo incorrupto de sant Sebastià, el bar Alaska, bebemos laccao y anís del mono”. Espirituoso al que se rindieron tras el chupinazo para darse una de chupitazo. O dos.

Trump ha decidido hacer caso al “take it easy” de Oliver, y deja vía libre a una calle Oms de ja ja ja, en la que un rumano se acercaba con un tuper vacío pidiendo pasta mientras todos cantaban el Bela Chao levantando sus cervezas y poco más tarde, el anís del Mono.

“Soy una forofa. Cada año vengo. Me gusta porque es una fiesta viva, alternativa, y que sale de la gente”, alabó Margalida Guilabert. No importó el tener que colgarse paraguas. Si Patricia Busquets cede el brazo corrupto del santo y Alex Segura porta el estandarte, los demás se apuntan a las vivas al jolgorio. “Para algo me he pedido el día libre”, indica Miquel Bover, quien dos años portó la reliquia. “¡Hay un antes y un después del brazo incorrupto!”, aseguraba.

En comitiva iban al Molta barra, a una comida de esta cada vez más “selecta” cofradía en la que se brinda por Pep Lemon y sus loas a productos de proximidad. Su fundadora, Carme Verdaguer, que se reconoce novata en la fiesta, posó en el photocall y contó que su Pep sigue bebiéndose pese a Pepsi. Ella y el resto del equipo han creado una bebida para la cofradía, una ginebra con limonada.

Una cofradía ‘galáctica’

Si Sant Sebastià es tempranero, los del Orgull Llonguet aguardan la noche para salpicar de amarillo la ciudad. La bodega Bellver es el punto de encuentro y no pudieron elegir a mejor pregonero que a Toni Rotger, un veterano en hacer de la calle un espacio de fiesta. Él, desde su atalaya de sa Calatrava, y a escasos años de la salida del franquismo, devolvió la alegría a la ciudad de Palma. La hizo rebelde y levantisca.

Pero mucho antes que eso, seguía la pachanga en el corazón viejo de Palma. En Molta barra se bailaba a Alaska, a Gloria Gaynor, a Jeanette y su Soy rebelde. Rafaella Carra sonaba de nuevo asegurando que para hacer bien el amor hay que venir al sur, aunque Palma anoche era fría y húmeda.

Celebran los de Sant Sebastià que el ejemplo cunda. Ha nacido otro grupo que la próxima revetla bailará al santo, ellos más que nadie, porque son los del Cabaret Galàctic. Los de abajo quieren hacer una fiesta de calle, al margen del poder. Van ganando fieles. La última incorporación se llama Sinatra, y bailará lindy hop, ese baile que hace parroquia a ritmo de Nueva Orleans.

A la tarde, el brazo incorrupto ya descansa de tanta batalla de paraguas, de meneo y trance. Le llega el turno al chico de las mayas amarillas, un sant Sebastià de lencería de barrio, asaeteado hasta el alma, al que pasearon desde sa Gerreria, con un alto en el bar Flexas y en la esquina con Casa Roca, el encuentro con san Rescat.

En la confusión de músicas, entre Burruños y sus éxitos de los setenta, se mezcla la saeta de Antonio Machado que entonaron los de banda Final Feliz. El pasacalles avanza entre muecas de arlequín, sonrisas de tanteo y cuerpos eléctricos con ganas de pasar la mejor Revetla de su vida.

El bucle se cierra al tocar mare en la casa de Mateu, Ca’n Vinagre. “Bienvenidos a mi casa que es la casa de todos. Tolerancia, convivencia y disfrutad de la fiesta”, son los deseos de un hombre ejemplar. “Yo de mayor quiero ser como él”, dice una tendera vecina, a punto de echar el cierre. Son las ocho. Los comercios chapan. El resto bailaa. ¿Y Xelo Huertas? ¡Ni los geos la encuentran!