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Trama corrupta

Los policías que espiaron a la familia de la alto cargo de Isern dicen que se les utilizó

Reconocen que era la primera vez que se grababa una intervención de drogas en un instituto y apuntan a la responsabilidad del comisario Estarellas

Todos los policías apuntan hacia el comisario Estarellas y su chófer. g.bosch

Los cuatro policías locales que intervinieron en el supuesto espionaje sobre la familia de la coordinadora de alcaldía de Mateo Isern, cuyo hijo menor fue sorprendido fumando un porro de droga frente a las puertas del instituto, confesaron ante el juez Penalva y el fiscal Subirán que se sentían utilizados y todos ellos apuntaron hacia el excomisario Estarellas y su antigua chófer, Francisca G., ambos en libertad bajo fianza. Los policías no sabían que dos días antes de esta actuación, que teóricamente era para reprimir el consumo de droga en un centro escolar, se había espiado a la familia de este menor, buscando datos personales e incluso fotografías colgadas en una red social.

Estos testigos señalaron en su declaración que habitualmente este tipo de actuaciones se acordaban en una reunión previa, pero esta vez no fue así. Fue una orden directa. Tampoco era habitual que se tomaran imágenes, por cuanto el principal objetivo era preventivo, ya que siempre que se sorprendía a un menor consumiendo droga se avisaba a su familia y al instituto al que acudía. Sin embargo, en esta ocasión no hay constancia de que la exsecretaria del alcalde Isern fuera avisada de que su hijo fue sorprendido fumando porros. De hecho, el acta policial nunca se tramitó. Se encriptó en un documento, junto a las imágenes de la intervención policial, que apareció en un archivo que estaba a disposición de la ayudante del excomisario Estarellas cuyo ordenador, casualmente, fue formateado para que su información desapareciera.

Ninguno de los policías que intervino en este operativo (varios de ellos ni siquiera sabían que un compañero les estaba grabando) tenía conocimiento de que el menor al que identificaron fumando un porro fuera el hijo de una persona de la máxima confianza del entonces alcalde de Palma. Los agentes señalaron que estaban seguros que este caso se había tramitado exactamente igual que los demás, es decir, se levantó un acta, se informó a los padres del infractor (por ser menor) y se proponía una sanción económica. Fue en el juzgado cuando descubrieron que este acta se guardó, nunca se tramitó y quedó grabada en el ordenador de la policía que actuaba de chófer del comisario Estarellas. Los testigos confirmaron también, que pese a que se trataba de un servicio simple para detectar el consumo de droga entre menores junto a un instituto, se movilizaron a tres grupos de la Policía Local. Todos señalaron que quien tuvo que dar las órdenes fue el comisario.

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