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Palma a la vista

En Territorio Om

Nosotros también tenemos nuestra Goa, donde desde hace unos años proliferan locales de prácticas de yoga. Se medita y se compra

Bienvenido a Goa, donde proliferan los cantos y mantras para conectar mente y cuerpo. L.D.

En los sesenta, los hijos de la clase media californiana no querían ser beach boys, ansiaban alcanzar el karma absoluto sin olvidar su credo de haz el amor y no la guerra. Su país no les digería y ellos ampliaron horizonte mirando por el catalejo hacia India.

Goa fue destino durante unas atribuladas décadas en las que aquellos rubios melenudos tumbaban sus cuerpos desnudos al sol y abismados por los lisérgicos y sicotrópicos para dejarse mecer por la música de Grateful Dead, The Doors y aquella irresistible Escalera al cielo de Led Zeppelin.

La India portuguesa parió a aquel norteamericano que se apodó Goa Gil y que se quedó en estado de shock al conocer a los sadhu. Mientras los nativos curraban, y los de casta superior imitaban a aquellos melenas de California implorando a Ganesha. Serían los mismos, o sus copias, los que acabarían recalando en Eivissa.

Palma no se queda atrás. Tiene su propia Goa, a dos manzanas de la cotizada Santa Catalina, en la entrada de Son Españolet, en un barrio que se está convirtiendo en zona vikinga, porque ya no les basta su hermana la sometida.

En Goa de Palma se escuchan cánticos y se ve a mujeres tendidas envueltas en mantas como si fueran capullos de seda. Frente a ellas, un hombre con cabeza vendada hasta las cejas, un remedo de Goa Gil, afina los platillos como aquel esclavo del tambor que aporreaba a los esclavos para que movieran las naves romanas tal cual Ben-Hur.

Los vecinos permanecen sin inmutarse. Asisten con pasmosa tranquilidad a la proliferación de lugares de meditación que hacen de Brahman su timón de vida, cantándole mantras a mansalva.

No es que la práctica del yoga se haya deslocalizado, es que ha encontrado un foco de atracción sin par en esta parte de la ciudad en la que día a día se establecen los europeos del norte.

¿Qué tiene este damero de calles que es el elegido para invocar con saludos al sol a los practicantes de esta técnica de relajación y estiramiento del cuerpo y la mente? En una sola calle, y en la misma acera, se instalan tres centros de yoga, probablemente con maneras distintas pero casi todos con clases impartidas en inglés. ¿nos hemos equivocado de barrio, de país, estamos en California?

Si en la Goa de los sesenta, los norteamericanos de la costa oeste, los que después iniciarían la revolución tecnológica que les ha hecho multimillonarios, los indígenas trabajaban mientras los nuevos inquilinos disfrutaban de aquellas playas paradisíacas, no vamos a ser los mallorquines tan inhóspitos de no ceder medio palmo de barrio para que se practiquen técnicas de relajo probado.

Hagamos om, demos gracias a Buda, pasemos las cuentas. Palma no podía ser menos y no tener su propia Goa. Buen rollito.

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