El puente de la Porta des Camp espera pacientemente volver a la luz. Tan aburrido está que, hasta que lleguen los dineros públicos para emprender la restauración diseñada por Elías Torres, le han crecido las higueras. Y también los chopos y el carrizo, aunque ciertamente la ficus carica es el frutal más apropiado para un lugar que se llama del camp.
El arquitecto ibicenco prevé abrir los arcos, inicialmente siete, cegados y enterrados desde hace cien años, para que los ciudadanos transiten desde el Baluard del Príncep a la plaza. La Porta des Camp estaba alineada con la calle de Santa Fe y el puente salvaba el foso. En sus inmediaciones se concentraban los cordeleros, tal y como queda reflejado en unas acuarelas pintadas por Bartomeu Ferrà. Era la entrada habitual a la ciudad intramuros para quienes llegaban procedentes de la zona de Llucmajor, el Molinar, el Coll d'en Rabassa y los fértiles campos del Pla de Sant Jordi.
La higuera crece con fuerza pese a la competencia de otras especies. No en balde, este humilde árbol, casi arbusto y de frágiles ramas, brota dónde le da la gana de forma espontánea y no resulta sencillo erradicarlo. No le importa instalarse entre las rendijas de las piedras de una pared o entre los pedruscos de un campo yermo. Puede ser arrancada, envenenada y hasta quemada y renacer sin problema unos meses después
Desconozco si dará higos de albarcor, de bordissot blanca, de coll de dama o de ull de perdiu. Pero de lo que estoy plenamente convencido es de que en cuanto comiencen los trabajos de recuperación del puente será necesario contratar a un buen jardinero para evitar que vuelva a la vida una y otra vez entre las losetas del suelo. Quizás nuestras urbanas autoridades deberían plantearse dejarla crecer libremente. Sería un buen homenaje al campo mallorquín, a los figuerals en los que se celebraban reuniones familiares y festejos veraniegos. Un homenaje de la ciudad al campo mallorquín que da nombre al puente, a la puerta desaparecida y a la plaza.