Ya se ha anunciado la fecha para el que podría ser el capítulo final de Palacio de Congresos. El finale del culebrón podría llegar en marzo de 2017, pero todavía queda mucho margen para que los guionistas sorprendan al público con otro giro inesperado en forma de retraso.

El Palacio de Congresos, una superproducción local que ha recibido duras críticas y que ha costado casi 110 millones de euros públicos, se ha convertido por mérito propio en el drama que ha sorprendido a miles de palmesanos en los últimos años.

Desde que en 2004 se anunciara el episodio piloto con Jaume Matas y Catalina Cirer como ideólogos del proyecto, la trama se ha ido complicando a marchas forzadas. Disputas empresariales, peleas económicas o una larga lista de concursos públicos fracasados han formado parte de una trama enrevesada y digna de Hollywood.

Cuatro presidents cuatro alcaldes y doce temporadas después, quedan dos escollos por superar antes de cantar victoria y los dos tienen forma de demanda judicial. Una es la denuncia que interpuso Hotusa hace unos meses tras quedar excluida del sexto -y, de momento, último- concurso para gestionar el palacio y el hotel.

Pero el principal escollo es el recurso que también presentó una hotelera: el grupo Barceló. La compañía hotelera estuvo a punto de completar la ironía perfecta. En 2007 fueron unos de los primeros en adjudicarse la explotación de la infraestructura a cambio de construirla con dinero privado. En 2009 se echaron atrás. Y no solo no les multaron tras la espantada, sino que el serial pasó a sufragarse a cargo del erario público.

Barceló reapareció en 2015 tras presentarse al quinto concurso para gestionar el Palacio de Congresos. Su oferta fue la mejor. Pero, cuando ya saboreaban la miel en los labios, el actual equipo de gobierno decidió cambiar la historia a última hora y no adjudicarles la instalación. Otro giro de guión inesperado que ha demorado la entrada en funcionamiento de la instalación.

Mientras el drama iba acumulando espectadores, la instalación sigue cerrada, vallada y acumulando polvo como si se tratara de un escenario de The Walking Dead a punto para el rodaje. Porque en estos doce años ni un solo congresista ha pisado las baldosas del palacio, ni ha visto los revestimientos de paduk o de espuma de aluminio con los que han recubrieron los interiores del centro de convenciones.

Sin embargo, el Ayuntamiento sí ha abierto las instalaciones a la ciudadanía con la intención de mejorar la imagen de un edificio maldito. Tan maldito que el próximo alcalde de Palma, el econacionalista Antoni Noguera, optaba por la fórmula del remake: demoler el palacio, reciclar los materiales y dejar el solar vacío. Ahora tendrá que lidiar con una infraestructura en la que no cree y sobre la que su partido opina que será una ruina económica.

¿Qué le falta al palacio para que el culebrón pueda acabar bien? No solo necesita dos victorias judiciales. Queda pendiente la reclamación económica de Acciona sobre los parones en las obras. Y también falta un elemento más mundano pero esencial: el atrezzo.

En los próximos seis meses, la empresa adjudicataria, Meliá Hotels, tiene la misión de llenar los espacios vacíos con el mobiliario necesario para la apertura del centro de convenciones. Esa es la parte fácil. La difícil será llenar la agenda con congresos, convenciones, seminarios y toda clase de actos que justifiquen los casi 110 millones de euros públicos invertidos en un edificio con una de las mejores localizaciones de la ciudad.

Si superan todas las dificultades y en los seis meses previstos comienza a funcionar el edificio, solo el tiempo dirá si la historia del Palacio de Congresos acaba como la del Titanic o con un final feliz al más puro estilo de las películas de Frank Capra.