Diario de Mallorca

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Palma a la vista

Un rincón de Nápoles

Paulino, el propietario de la pizzería 500 grados, junto a Andrea Occiocupo. L.D.

Paulino Almazán se ha curtido en cocina a bordo de veleros como el Creole o el Aphrodite, pero no solo. El gusto a los pucheros le viene de familia. Su padre, Paulino, oriundo de Villarrodrigo, Jaén, montó un restaurante en Inglaterra, la patria de su madre y donde nacería este hijo que ha hecho de la cocina afición y oficio. En Mallorca, donde los padres recalaron hace ya casi cuatro décadas, Paulino tenía 12 años cuando dejaron Sheffield, la familia montó un restaurante en s'Arenal.

Con medio mundo viajado, Paulino decidió abrir su propio negocio, y no es de comida andaluza, ni mallorquina, ni inglesa. Es un rendido a los encantos de la pizza napolitana. Su pequeño local, 500 grados, en la calle de Felix Meravelles, abierto un año atrás -en noviembre celebrarán el aniversario- ya se ha hecho un hueco en el run run de los pizzeros.

"La pizza tiene magia. ¡Algo tan sencillo! Puedes ir al rincón más escondido del mundo y encontrarás una pizzería. Pero hay diferencias, y entre ellas, la pizza napolitana. Ellos tienen pasión y la protegen de los sucedáneos. Han creado un sello distintivo que no entregan a todos. Los restaurantes que lo tienen han pasado por una selección muy rigurosa. Yo pensé que mi meta era conseguirlo, pero de momento me conformo con mantener el nivel", explica el cocinero.

En su local uno huele a la masa madre, que Paulino ha dejado reposar entre 24 y 48 horas como mandan los cánones, a la que luego 'mojará' con el mejor tomate natural de Campania y el queso de mozarella fior de latte a los que agrega ingredientes como champiñones, albahaca, alcachofa, jamón york, parmesano, verduras... Al gusto.

"Las preferidas son la Marguerita y la Marinara, las más sencillas, pero un auténtico culto en Italia, sobre todo en Nápoles. El cine las ha inmortalizado en la secuencia en que Julia Roberts se lanza a la Marguerita de Da Michele", señala Paulino.

No muy lejos, preparando la noche -500 grados solo ofrece cenas -, está Andrea Occiocupo, un italiano de Pescara, que asegura que "las pizzas de Paulino son tan buenas como si las hiciera un italiano", ríe. Es todo un piropo.

En este local, donde por el momento solo se sirven pizzas y ensalada, -"ya veré si más adelante preparo la pasta"- el horno caldea un ambiente informal que otorgan Naiané, la mujer de Paulino, él y Andrea. No les pierde vista la Dolorosa porque no hay pizzería napolitana que se precie que no sitúe en un lugar de honor a la virgen o al santo que les protege. "Yo no es que sea muy creyente, ni muy amigo de estas historias, pero da ambientillo napolitano", sonríe.

Entre los clientes, se han acercado algunos vecinos que agradecen que el local que ha estado cerrado 15 años, y que fue un pequeño colmado y mucho antes lechería, ahora sea el pequeño Napoles de Blanquerna.

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