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Palma a la vista

En la capital del Lacio

Algunas de las representaciones de Venus que se pueden ver en la exposición. L.D.

Mientras Mary Beard se pasea por Madrid recordando que, pese a su fascinación por Roma, "ninguno querríamos estar vivos en la Roma antigua", a propósito de su libro SPQR, que es millonario en ventas porque el mundo de los césares, los esclavos, los gladiadores estimula el imaginario colectivo.

Al mismo tiempo de que una de las grandes especialistas en una de las civilizaciones más importantes que han forjado Europa, y que recibirá pronto el premio Príncipe de Asturias, Palma acoge en sus últimos días la exposición Mujeres de Roma, un lujo procedente de las colecciones del Museo del Louvre que llega a la ciudad gracias a la Caixa. Bajo el aparentemente sencillo título de Mujeres de Roma se lee como apostilla Seductoras, Maternales, Excesivas.

Entre los visitantes de mañana, escolares que atienden más o menos a la profesora, y extranjeros, hombres y mujeres. Si la exposición estuviese dedicada sin más a las mujeres, es probable que entre los espectadores faltasen hombres, porque a ellos, mucho de las mujeres les es ajeno, a excepción de los estereotipos habituales.

Uno de ellos, y que se aborda también en la exposición, es que la mujer en la sociedad romana debe ser esposa y madre. Ese es el ideal que transmitió la cultura romana que, sin embargo, no interesó nada destacar en sus creaciones artísticas. Son pocas las representaciones artísticas de las mujeres romanas, madres y esposas, ejemplares. El arte se queda a menudo con los aspectos más simbólicos, míticos, más atractivos. De ahí que en la exposición la imagen que uno se hace al salir de ella es que las romanas estaban muy liberadas, eran mujeres llenas de un poder que residía, no en el ejercicio del mismo, sino en circunstancias aparentemente residuales, propias del ámbito doméstico o como modelos ejemplarizantes del destino.

La historiadora Beard advierte a menudo, pese a ser una de las mejores conocedoras de la Roma antigua, de no pensar que los "clásicos nos pueden estar dando lecciones de todo". La inglesa pide cautelas a la hora de leer Roma.

En la misma ciudad en la que vivió Robert Graves, uno de los eruditos en materia clásica, aunque su fascinación fue hacia los mitos griegos y a la génesis poética a través de la diosa blanca, se pasean unos estudiantes y dos turistas nórdicas en una mañana más parisina que romana. Se quedan pasmadas ante los retratos de las mujeres sobre madera de Fayum, las cejijuntas de las que debió quedar prendada Frida Kahlo. Las dos mujeres quedan mudas, sobrecogidas. Solo el cacareo de los estudiantes interrumpe la seducción de la danza de las Tres Gracias, o las miradas de soslayo de las diosas, entre ellas Venus. Los escultores romanos se apoyaron en los modelos griegos. Uno no debe perder de vista el legado.

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