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PALMA A PALMA

Irisdiscencias

Desde la más remota antigüedad, la luz es el vehículo de la verdad y la revelación. Todos los libros sagrados están llenos de esta teología de la luz. Hasta el punto de que, tantas veces escuchada, esta verdad acaba por perder trascendencia.

Pero la vida cotidiana también nos ofrece ejemplos de esa sobrenaturalidad de los fenómenos lumínicos. Sin ir más lejos, el fenómeno de la iridiscencia. Es decir, la formación de diferentes colores a partir de un mismo haz de luz. Algo que encontramos a partir de diferentes materias.

Recuerdo las clases de ciencias naturales, y la calcopirita. O determinados componentes del granito. La mica o el feldespato. Minerales capaces de formar pequeños arco iris. Fascinantes, porque en esa miniatura colorista parece habitar todo un universo de existencias.

Las iridiscencias se producen también en las pompas de jabón. Ahora que algunos artistas callejeros las emplean, esas burbujas flotan como mensajeros del trasmundo. Con sus pequeños arco iris incorporados. Lo mismo que el aceite. O las alas de algunas mariposas.

Pero la gran revolución de las iridiscencias viene, curiosamente, de la tecnología moderna. Los cds incorporan en su parte legible un efecto iridiscente absoluto, que parece salido de algún delirio lisérgico de los años sesenta.

Recientemente, para ahuyentar a los pajaritos que se posaban sobre mi antena de televisión y lo ponían todo perdido de cagarrutas, seguí el ejemplo que he visto en tantos sitios. Me limité a colgar un cd de la antena, de forma que se mueva al viento.

Desde ese momento, los pájaros han desaparecido. Pero en cambio, las paredes se han llenado de reflejos espejeantes. Y el cd, bailando sobre el vacío, me regala todo tipo de tonos relativos al arco iris. Es difícil de entender que algo tan prosaico como una serie de archivos informáticos produzcan un efecto tan poético. Pero es así.

Las iridiscencias, como puertas a otras percepciones, nos llenan con intuiciones de otros mundos. Son mágicas y profundas. Deberían acompañarnos más a menudo.

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