Diario de Mallorca

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Palma a la vista

De síndromes y síntomas

Paisaje en los aeropuertos en tiempo de vacaciones. Feliu Renom

Se acaba el invierno, y los psicólogos alertan de los síndromes de primavera, de los hay que tener cuidado con la sangre alterada y esas cosas; llega el verano, y ojito con los rayos solares y los amores tórridos; se acaban las vacaciones y le llega el turno al síndrome posvacacional. ¿Somos reos de nuestros síndromes? No, solo de las revistas de lectura aeroportuaria que pretenden relajarnos en horas de espera en pasillos con gente tirada en el suelo, diciéndonos, "al mal tiempo, om". Y mantra que te sigo. Somos víctimas de tiempos perdidos en aeropuertos saturados por demasiados vuelos.

Anuncian que en septiembre y octubre Balears va a seguir muy ocupada. Es decir, lleno hasta la bandera. Con una diferencia: el veraneante fuera de estación estival es un ser más pausado, lleno de síndromes quizá, pero más paciente. Ha aguardado los meses de cosecha, ha escuchado los cantos de las cigarras y ha sabido esperar su momento. Mientras todos sus amigos no paraban de llenar los chats con fotografías de lugares exóticos, o con playas paradisíacas, o con montañas y lagos de frío estival, intercambiándose exclamaciones de placer o informaciones de los mejores lugares, ahora le llega el turno a ese turismo de otoño que somos usted y yo.

Solo que llega el síndrome del olvido. Es cuando tienes que escuchar: "Ah, tienes vacaciones, ¡qué bien te lo montas!". Cada año igual. No falla. Es un mantra tozudo que repiten todos aquellos que pusieron el the end a su película de verano. Las cigarras desmemoriadas no recuerdan que cuando ellas andaban con sus trinos, otros estaban haciendo veraneo de pobre como bien dice y bien escribe Javier Pérez Andújar. ¡Si es que tengo síntoma Sant Adrià!

Del síndrome del olvido al síntoma aterrizaje. ¿Quién quiere volver a las rutinas? Muchos, diría yo, porque las vacaciones agotan y agostan a más de uno. No solo a la tierra que les acoge, ni siquiera a los autóctonos que les atienden, también a ellos mismos porque no todos llegamos preparados para hacer frente al horizonte del dolce far niente. Menos mal que tenemos esa revista de autoayuda, de consejos varios donde hallar consuelo a todos nuestros angustiosos síndromes, comprada en el quiosco del aeropuerto donde las pantallas nos acaban de anunciar un retraso de nada menos que un par de horitas. Carpe diem, que para eso somos veraneantes de final de verano. Sabemos esperar. Y acabamos de tragarnos un artículo de Guarde la calma en la tormenta.

Por lo demás, también consumimos agua y territorio. Nos montamos en aviones o en barcos, contaminamos en suma. Depredamos. ¿Qué síndrome nos atasca? Preguntemos al terapeuta amigo, seguro que de la manga se saca algún mal ancestral que nos acecha a quienes decidimos tomar vacaciones cuando los demás trabajan. Feliz septiembre y una relajante vuelta a las cigarras.

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