La pequeña Nuria Pou de 10 meses amamantaba mientras el rector del monasterio de La Real, Gabriel Seguí bendecía los carros y carretons que un año más quisieron participar en la romería de Sant Bernat en Secar de la Real. Ella y Paula Crespí, de 2 años, eran las alevinas. Dos pequeñas que serán mujeres en unos años. Precisamente, a las generaciones futuras, a los más jóvenes, aunque también a la sociedad entera, se dirigió el sermón de Seguí, pronunciado en el oficio solemne de las Vespres cantadas en el que expresó que Sant Bernat, "muy devoto de la Virgen, denunciaría hoy la violencia doméstica, en general, y en particular en Balears, donde es muy grave". En la memoria, la reciente muerte de una mujer que fue quemada por su marido en Alcúdia.

En la homilía, el rector insistió, tomando la figura del santo, que "él que impulsó las cruzadas, hoy apostaría por el diálogo entre religiones". Concluiría el sermón, recordando a los numerosos fieles que "La Real es un lugar emblemático de cultura y servicio al pueblo".

Pero mucho antes de las palabras reivindicativas y de denuncia de Gabriel Seguí, el ambiente de fiesta se fraguaba entre las familias que desde Valldemossa, Sant Joan, Puigpunyet y otros municipios se acercaron con sus carros engalanados. Hubo quien llegó a pedal con un carro de más de cien años del Ferrocarril de Mallorca que en su momento repartía paquetería. Ayer portaba a las niñas Claudia Raña y Paula Pizà.

La romería más antigua

Ricard Terrades, uno de los organizadores de los festejos de esta barriada que se batió el cobre años atrás contra la construcción de Son Espases que alteró por completo el entorno natural de La Real, incidió en el hecho de que "la romería de Sant Bernat es la más antigua de Mallorca, ya que está documentada en 1300; aunque es probable que ya hubiera algo antes puesto que Jaume I descansó en La Real tras la conquista". Asimismo, Terrades aprovechó para recordar que este año las fiestas "son aún más importantes porque es el 500 aniversario de la muerte de Ramon Llull".

Se escuchaban los sones de los xeremiers de Son Roca con el pequeño Toni que le daba a la flauta y al tamboril. Otros ensayaban algunos pases de bailes mallorquines que después danzarían en la plaza a ritmo del grupo Al-Mayurca y Estol de Ponent.

En los tenderetes, se vendían artesanías, helados de almendra caseros y siurells. Los más reclamados fueron los que representaban al demonio.