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Palma a la vista

Un Myotragus en Cala Major

Una placa con un nombre de película, la de la paleontóloga Dorothea Bate. L.D.

Una calle de subida, en curva, con edificios en ruina, en Cala Major, es la que Palma dedica a la paleontóloga inglesa Dorothy Bate, nacida en Camarthen en 1878. ¿No se merecería algo mejor la descubridora del Myotragus Balearicus? Quizá las paredes carcomidas, de huesos endebles, sean metáfora de una mujer que hizo del rastreo su vida durante el tiempo que le dejaron.

La supuesta cabra roedor -no se ponen de acuerdos los doctos científicos ya que incluso se habla de que el Myotragus es más similar a una oveja-, es a Mallorca lo que la lagartija a las Pitiüses. Sin olvidar la tortuga de Menorca, restos que también encontraría la científica inglesa que eligió Mallorca para investigar en sus entrañas. Otra manera de hacer turismo a la que hoy se estila.

Seguimos sin saber apreciar la importancia del descubrimiento. Un detalle lo revela: en el centenario de su hallazgo en 2009, mientras las universidades inglesas se rindieron a la celebración, en la comunidad balear pasó sin pena ni gloria el hito.

Por todo ello, no es extraño que el recuerdo y homenaje a su descubridora sea tan austero, por decirlo suavemente. En Cala Major, donde muchos de los compatriotas de la paleontóloga se han instalado para vivir, pasa desapercibida la calle y el nombre adjudicado.

Los anglosajones ya le habrían dedicado una película o un telefilm como mínimo, aquí no perdonamos que sean los extranjeros los que nos situan en el mapa.

Siglo XIX, inicio de las reivindicaciones feministas y denuncia de la desigualdad de las mujeres, y ella desafía la convención para hacer lo que más le gustaba: curiosear entre los restos. Sin formación académica formal, mostró desde muy jovencita su inclinación hacia el mundo animal, hacia sus restos.

A los 19 años entró a trabajar en el Museo de Historia Natural de Londres. Fue la primera mujer en acceder a un puesto de trabajo en un lugar reservado al universo masculino. Pero a la inquieta Dorothea no le bastó.

Ella era una rastreadora, una aventurera. Su primer destino fue Chipre. Halló nuevos yacimientos. El Mediterráneo le abría su subsuelo. Viajó y excavó en Creta, Córcega, Malta, Mallorca y Menorca. Aquí llegó en 1909.

"Bate abrió al mundo una ventana al pasado", escribió Karolyn Shindler, autora de Discovering Dotothea: the Life of the Pionering Fossil Hunter Dorothea Bate, un libro que cuenta quién fue aquella atrevida mujer que desafió ese universo masculino al persistir en su afán de búsqueda hasta que descubrió restos fósiles de gran importancia. Solo que no pudo seguir. Tuvo que limitarse a un puesto en el Museo de Londres, aparcando su habilidad como fossil-hunter, cazadora de fósiles.

Fue en la cueva de Na Barxa en Capdepera donde encontró un cráneo y hueso sueltos bastante bien conservados de lo que acabaría siendo bautizado como Myotragus balearicus. En sus apuntes, la espeleóloga y paleontóloga describiría su perplejidad frente a los restos de un animal que parecía una cabra, atendiendo a su cráneo y los dos cuernos, pero a la vez, los grandes incisivos eran más propios de un roedor. De ahí el nombre. Myotragus en griego significa cabra rata.

Ella corroboraría con el estudio de la evolución de los myotragus principios de la selección natural. Ante la carencia de alimentos, los animales más grandes se hacen pequeños, y los pequeños crecen porque no son depredados. La inglesa halló también restos del llamado lirón gigante de Mallorca.

Fue colaboradora de otra científica, la arqueóloga Dorothy Garrod en sus descubrimientos en Palestina. Pero era una mujer del XIX. Tuvo que cuidar a sus padres. Le cortaron las alas, se limitó a investigar intramuros. A los setenta años fue nombrada directora del Museo de Ciencias Naturales de Tring. En Cala Major, entre la algarabía, alguien ve Myotragus.

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