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Palma a Palma

'Low cost'

'Low cost'

Hace unos años, a los consumidores nos cogió de sorpresa con un nuevo concepto: low cost. De repente, las líneas aéreas ofrecían viajes por un coste inaudito. Algunas tiendas ponían a la venta productos muy baratos. Podías comprar por internet con márgenes mucho más ventajosos que los habituales.

El low cost se instaló como una nueva categoría. Y parecía una democratización de parte del mercado, con precios mucho más accesibles. A veces, verdaderas gangas.

Como ocurre con los procesos históricos, es fácil solo ver una parte del asunto. Todos estábamos tan contentos con el low cost que no pensamos en que, tirando del mismo hilo, muchos procesos productivos se irían a parar a otros países. Donde la mano de obra más barata hace el producto más competitivo.

Y detrás de ello, llegarían los puestos de trabajo low cost. Seguidos de los salarios low cost. Poco a poco, las categorías sociales se irían diferenciando en dos categorías: la gente premium y la gente low cost.

La educación pública cada día es más low cost. La sanidad pública se encamina hacia el low cost. La categoría mental de muchos programas de televisión es claramente low cost. Incluso las prácticas y hábitos democráticos se están acercando cada vez más al low cost.

Cuesta trabajo convencer a la gente de que, a veces, es mejor pagar un poco más y mantener el tejido comercial de siempre. Apoyar a una actividad sostenible. Apostar por el criterio y la inteligencia. Promover la honradez y la humildad política. Porque como decían nuestras abuelas: "A la larga, lo barato sale caro".

Pero, no. La ola del low cost nos ha tragado. Hasta convertirnos en un espécimen humano marcado por el bajo costo.

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