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"Vivimos como en una cárcel"

Una residente en el centro de acogida del Convent protesta por las condiciones en las que viven y por la forma en la que tratan a su hijo, con varias enfermedades crónicas

Verginiya Todorova abraza a su hijo, en compañía de una amiga que la ayuda como traductora. A. F. V.

El servicio de acogida municipal suma una nueva queja por las condiciones en las que se ofrece. Una usuaria que vive en el centro del Convent pide ayuda para salir de la residencia del Ayuntamiento y la Fundació Sant Joan de Déu. Asegura que los profesionales que trabajan allí no la apoyan y siente que ella y su hijo viven "como en una cárcel".

Verginiya Todorova explica que los trabajadores acostumbran a entrar en su habitación a rebuscar entre sus cosas. También se queja de la alimentación, proporcionada por un servicio de catering. Y por el trato que recibe su hijo, de 5 años, que tiene síndrome de Down y varias enfermedades crónicas, pero -según denuncia la madre- no recibe un trato especial en el centro de acogida.

Entre otras patologías, tiene malformaciones cardiacas, hipotiroidismo, estreñimiento crónico y problemas de comunicación. "Cuando no va al colegio porque está enfermo, nos hacen salir del centro en vez de dejarnos quedar en la habitación".

Aunque el Ayuntamiento de Palma no comenta los casos particulares de los usuarios de acogida, explican que intentan atender a las personas extranjeras por sus propios medios, ya que varios trabajadores sociales hablan inglés o francés. Si aun así no se entienden, se solicita ayuda a un mediador intercultural. Además, ofrecen recursos para que aprendan castellano o catalán.

Respecto de los usuarios enfermos, los servicios sociales municipales les financian la compra de medicamentos, como sucede con su hijo.

Todorova se ha perdido en la maraña de administraciones públicas para lograr algún tipo de ayuda. Sin embargo, la mayoría de instituciones la han derivado a otras entidades u organismos. Ella siente que se pasan la pelota de unos a otros sin darle una respuesta. "Parece una broma pesada y no estoy para bromas", se lamenta.

La excepción es el colegio, donde su hijo sí recibe asistencia especial. En cambio, de otros servicios públicos y entidades no ha obtenido la misma respuesta favorable. El Govern balear le concedió la renta mínima, aunque luego se la retiraron. En Cáritas todo lo que le ofrecieron fue un curso de castellano para que ella, nacida en Bulgaria, pudiera integrarse. Sin embargo, no le resultó suficiente y necesita la ayuda de una amiga que le haga de traductora. Y luego cada tarde regresa al centro de acogida, donde asegura que no es bien tratada.

Todorova lleva viviendo desde finales de octubre de 2015 en un centro de acogida municipal debido a que no dispone de recursos económicos. Por ello pide ayuda para encontrar un piso de alquiler social o un trabajo que sea compatible con las necesidades constantes de su hijo.

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