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Palma a la vista

Reclamos desde el cielo

Roxa nos guiña el ojo a quién mira al cielo. L.D.

Hay quien mira al comercio a la cara. Le basta un vistazo en el escaparate para entrarle al negocio. Por eso, algunos comerciantes sacan toda la chicha en primera línea. Otros prefieren dejar en el banquillo lo más selecto del género. En el imperio del consumo en el que todos vivimos y propiciamos, ir de compras sigue siendo un ritual de golpe de efecto. Amores a primera vista. Y hay quien juzga que mejor ponerlo fácil.

Pero la publicidad tiene historia. Son muchas y variadas las maneras de servir el señuelo y que piquemos comprando, a menudo, cosas que no necesitamos.

Hubo un tiempo en que los reclamos llegaban desde el cielo, en Palma, y en otras ciudades. Sería que antes se miraba más a las nubes que ahora que caminamos pegados al móvil, y ahora ya de manera enfermiza con el dichoso Pokemon.

La ciudad conserva alguna huella de cuando los pioneros del comercio como Jordi Rosselló hacían pintar en lo alto, en las medianas entre edificios, el nombre de su negocio: Roxa. Hoy, no muy lejos de la arteria más comercial de la ciudad, la calle Sant Miquel, se ve escrito en letras de molde el nombre de aquellas tiendas de ropa que vistieron, sobre todo, a caballeros, desde los abuelos a sus nietos cuando crecieron. El relevo generacional condujo sus pasos a Roxa, la marca de las muchas tiendas de ropa, creada en Palma en 1942, y que alcanzó la década de los noventa. Hasta que las vendió y diversificó sus negocios. Rosselló Andreu se pasó a la velocidad, apostando por el negocio de coches con Blau Motors. Gestionó en Balears más de media docena de marcas.

El ojo clínico de este hombre nacido en Porreres en 1916 y fallecido diez años atrás, lo puso en la cadena de hoteles de lujo Blau Hotels. Un año antes de su fallecimiento, Jordi Rosselló abriría el muy lujoso Porto Petro Blau Resort.

Sus hijos Jordi y Llorenç siguen la estela del padre, un hombre de negocios que aprendió el trabajo de sastre en Barcelona durante la República. En esta ciudad fue encargado de la Sastrería Universal. Si estuviera hoy vivo sufriría mucho con el club de fútbol del Mallorca, del que fue directivo junto al abogado Jose María Lafuente. Él fue uno de los empresarios que apoyaron económicamente la compra del yate Fortuna regalado al rey Juan Carlos, por otros empresarios más y el Govern balear. Se pagaron 19 millones de euros. Se puso a la venta por 8 millones, y al final se vendió a Balearia a precio de saldo, 2 millones de euros, una bagatela en un sector, el de la venta de yates. Hoy la compañía busca comprador. Un caprichoso que quiera navegar como un foner.

Desde el cielo, el nombre de uno de los pioneros del comercio textil de Palma nos guiña el ojo, a quien esté en las nubes.

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