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Seres de la noche

Seres de la noche

De forma instintiva, algunos personajes de la naturaleza nos inspiran una profunda repugnancia. Es el caso de las serpientes. O de las cucarachas. Paseantes de estas noches tórridas de verano. Pocos insectos despiertan más temor y repulsión que ellas. Aunque no supongan un peligro físico. ¿Por qué?

Recuerdo un piso especialmente vulnerable a su presencia. Una noche, me levanté a beber agua. Y al encender la luz de la cocina, me encontré con dos de esos insectos. Dos cucarachas grandes, marronáceas, arrastrándose con sus patas enfuelladas. Moviendo nerviosamente las antenas.

Al verlas, entendí la razón de su mala consideración. Porque, en cierta manera, tienen algo de humano. Sobre todo su miedo.

En general, los insectos nos parecen insensibles. Como maquinitas armadurizadas que corren de un lado a otro. Unos son rápidos, otros torpes y pesados. O vampíricos como los mosquitos. Pero, en general, no adviertes en ellos sensación de miedo.

En cambio, las cucarachas tienen algo en su forma de agitarse, de estremecer sus largas antenas, tropezar con sus propias patas, ladear nerviosamente la cabeza... Algo que produce escalofríos y hace pensar en las antiguas creencias de que en ellas residen las almas reencarnadas de los muertos.

Cuando aparecen, te producen a la vez sospechas y visiones. Cada sombra que parece moverse en la noche, cada movimiento de tiniebla, cada ruidito, nos sugiere su presencia.

Las cucarachas invisibles se apoderan de las noches de verano. Transitan por los rincones buscando algo de comida, pero igualmente por curiosidad. Porque también en eso se parecen a los humanos. Parecen ser conscientes de que se arriesgan en sus correrías. Pero no por ello dejan de hacerlas. Entran y salen jugándose su existencia de cucaracha.

Y cuando alguien las descubre y las persigue con el zapato en mano, tiemblan buscando un escondite. Como si presintieran su fatal destino.

Seres de la noche. Parecen representar esa materia de los sueños y pesadillas que preferimos ignorar.

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