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Palma a Palma

El niño que llora

El niño que llora

Verano de ventanas abiertas. El paisaje nocturno se llena de escenarios y personajes totalmente ausentes durante los meses de frío. Cuando la casa se ensimisma. Mira hacia su interior y sólo deja pasar unos débiles signos del exterior. En verano, en cambio, el calor nos abre y comunica con toda la ciudad.

Y no hay noche de verano sin niño que llora. Es una presencia permanente. Que se repite año tras año. Hasta el punto de hacerte pensar que siempre se trata del mismo bebé. Que no crece nunca, porque sólo despierta de verano en verano. Para llorar cuando se apagan los televisores, y la ciudad se queda absorta en músicas lejanas y lucecitas de aviones que cruzan el cielo.

Ese bebé intemporal te hace compañía de una manera extraña. Por un lado, como todos los niños pequeños tiene una habilidad exacta para ponerte en estado de alerta. Despertar y pensar: "¿Estará sacando los dientes? ¿Tendrá fiebre? ¿Se habrán ido de verbena sus padres y le habrán dejado solo?".

El llanto de los niños es todo un lenguaje. Hay una manera de llorar imploradora, doliente. Que te llega al corazón. Otra mucho más crispada, que lo que busca es llamar la atención. Otra colérica. Esos bebés que parecen que vayan a explotar con sus gritos y lloros de elevada decibelia. Y otra chantajeadora, imperativa. Los niños que lloran para dar órdenes, y llevan a sus padres de bólido.

El niño que llora en la noche siempre suena un poco lejos. Esa distancia hace que los acentos más duros se dulcifiquen. Y lo escuches un poco como parte del decorado nocturno. Sientes un poco de ternura y algo de ensoñación. Te imaginas calentando el biberón, cogiendo el termómetro, moviendo la cuna con paciencia. Como un papá primerizo intemporal.

El niño que llora en la noche hace un poco padres a todos los que duermen o intentan dormir. Cuando entornan sus ojos, comparten por unos minutos la responsabilidad de la atención y el cuidado, que son las mejores cualidades del ser humano.

De manera que, aunque a veces sea algo latoso, el niño que llora en las noches de verano nos hace a todos un poco mejores.

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