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Sa Torreta

Las sotanas perdidas

Baltasar Coll imparte una conferencia vestido con sotana.

¿Cuánto tiempo hace que no ve a un sacerdote con sotana por las calles de Palma? ¿O a un fraile? Seguramente años. Esta es una de las postales ciudadanas que más han cambiado desde que los casi sesentañeros éramos niños. Entonces era improbable salir a pasear sin encontrarse con uno o varios curas vestidos de negro de arriba a abajo. Hoy, solo esporádicamente es posible cruzarse con uno que use el clergyman, el traje que parecía que iba a imponerse tras el Vaticano II y que, sin embargo, es una rara avis.

Las razones de la extinción de las sotanas son dos: la falta de vocaciones y la renuncia del mossèn a mostrarse como alguien distinto al resto de la sociedad. Nada que ver con lo que ocurría en los años 60. Entonces un paseo por el casco antiguo se saldaba con un saludo al párroco y a dos vicarios de Sant Miquel, la visión de dos frailes franciscanos vestidos con el hábito marrón con el cordón anudado en la cintura o con la mirada furtiva al hermano de La Salle con su babero.

Curiosa extinción la de esa imagen antaño común de la sotana. En los años posteriores al concilio se debatió mucho sobre el asunto. Acabo de encontrar en Diario de Mallorca un artículo de prensa titulado 'La sotana seguirá siendo el hábito normal de los clérigos en Palma'. De profecías de este tipo están llenos el papel, las ondas y las redes. Pero esta se basaba en una decisión de los obispos españoles que afrontaban así un debate abierto entre el propio clero y la feligresía.

Ellos, los obispos decidieron que la sotana siguiera siendo de uso común entre los capellanes y "obligatoria" en todas las celebraciones litúrgicas tanto dentro como fuera del templo. El clergyman, que debía ser negro o gris oscuro y de tela lisa, solo se aconsejaba en caso de que hubiera "motivos razonables".

Los prelados son una autoridad en el seno de la Iglesia, pero resulta evidente que no son profetas. Hoy no se ve ni una sotana por Palma. Podemos distinguir a un policía o un barrendero por su uniforme. Incluso un turista parece vestir de acuerdo con unos cánones propios. Sin embargo, la sotana está extinguida.

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