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Palma a la vista

Turistas de rock and roll

El alud turístico deposita otro tipo de ´turistas´, los de servicios. Palma se abre de carnes para recibirlos. Entre ellos, algunos músicos de calle

No hay edad para el ´Let´s dance´.

El alud turístico, amplificado por el altavoz de las redes sociales mucho más que por las propias agencias del sector, propicia la llegada de otros ´turistas´: los de servicios. Son aquellos que se desplazan a los destinos más golosos para sacar unas perras. No hablamos solo de las camareras de hoteles o los camareros de playa que desesperados por no tener trabajo se pliegan a condiciones draconianas para tener contratos precarios, sino de muchos otros que se vienen con su mochila a cuestas.

En el lado más amargo del turismo, las historias de bolsillo que cada uno lleva consigo abundan. ¿Cuál será la de estos dos señores, que peinan canas, y que se echan a la calle a ritmo de rock and roll, en la vereda del paseo Mallorca?

¿De dónde serán, de Manchester, habrán votado por el Brexit o se habrán dado de baja de la madre de las votaciones? ¿O resultará que nacieron en la rubia Tirol en una noche de estrellas y estarán que trinan con la mala imagen que dan sus compatriotas en la calle del Jamón?

Los viejos rockeros nunca mueren repiten hasta acabar exhaustos los mayores de sesenta. Incluso se ajustan sus cueros marcando una barriga cervecera que les permite la edad. O ellos así lo creen.

Menos mal que estos músicos de temporada se han librado del susto de la persecución que quisieron imponer los del Partido Popular contra los que se ganan la vida en la calle, esos molestos músicos, titiriteros de tres al cuarto... Ya que ellos estaban tan desocupados no interfiriendo en algunos asuntos de la Playa de Palma, tuvieron que justificar su celo contra la criminalidad persiguiendo a los artistas de la calle. Solo que la dichosa normativa no prosperó. Lindaba la constitucionalidad, pero a ellos qué más les da. Si les llueven los votos.

A menudo los músicos de calle son ignorados como el hilo musical. ¿Existe aún? Lo saben, la indiferencia va incluida en el precio de una moneda caída en el viejo sombrero o en la funda de la guitarra como los veteranos del paseo Mallorca.

La calle como pista de baile, sin organizar, en esos flujos que nadie puede controlar porque la calle es muy suya, es libertina. ¿A ver quién le pone cascabel a semejante gata?

Palma estos días está abierta de carnes. Por ella pasan desde el desaprensivo turista que echa a la calle el envoltorio del polo, el único gasto que se dará en sus horas por la mejor ciudad para vivir, al jubilado abandonado en su cayado porque hijos y nietos se han ido a la playa, o al sueco de lujo que mira con codicia los letreros de las calles Se vende, Se traspasa, Se alquila, o el español que ha vuelto a coger vacaciones porque a él ciertamente le va mejor la economía. Mientras Let´s dance o Walk on the Wild Side como cantan los viejos rockeros.

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