Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Palma a la vista

Marivent, por el rabillo del ojo

Vivimos de espaldas al palacio que Saridakis donó a los mallorquines porque nos hemos acostumbrado a verlo en papel couché

Marivent y alrededores bajo el ojo del dibujante. feliu renom

El ojo decide lo que quiere ver. A veces es una goma de borrar mientras que otras prefiere comportarse como una lupa. Vivimos de espaldas a Marivent porque nos sigue vetado. Así es que lo miramos con ojos de revista del corazón puesto que solo lo atisbamos cuando vemos a príncipes, reyes y presidentes posar en sus escalinatas. Nos hemos conformado con ver el palacio por el rabillo del ojo.

El pintor Juan de Saridakis le encargó al arquitecto Guillem Forteza que levantase su casa en una loma de Cala Major, muy cerca del hotel Príncipe Alfonso, de Gaspar Bennàssar. No pudo ponerle nombre mejor, Mar i Vent. Su vecino, el hotel fue inaugurado en 1909 y sigue la inspiración estética del modernismo. Lleva años siendo un restaurante. Décadas atrás fue un chino, una paradoja a ras de mar y en plena costa del incipiente turismo cercano a Palma.

Saridakis dejó dicho que su casa, construida entre 1923 y 1925, rodeada de bosque y cuidados jardines, pudiera ser disfrutado por el pueblo de Mallorca. No vio cumplida su última voluntad, que sí llevó a cabo su viuda, Anunciación Marconi, que los cedió a la Diputación Provincial de Baleares en 1966. La idea era que se construyera un museo de pintura abierto a la sociedad.

El plan se cumplió hasta que a mediados de los setenta, la Diputación cedió el uso del Palacio a los Príncipes de España. Lo que se tradujo en convertirlo en su residencia cada vez que venían a Mallorca. Aún hoy se escucha la tarara de devolver al pueblo lo que es del pueblo, pero ahí seguimos: mirando Marivent por el rabillo del ojo.

El ojo del tirador le echó el ídem al lugar y desde un piso, de una de los edificios cercanos a la torre de Peraires, se planeó atentar contra el Rey Juan Carlos. Se demostró que el lugar no era tan inexpugnable. Le salvó la isla porque un plan así en la península podría haber sido factible. Juan Carlos le debe mucho a Mallorca.

Marivent vive horas bajas. No le gusta demasiado a la reina Letizia. Solo su suegra, doña Sofía mantiene la costumbre de pasar los veranos en palacio, a dos cuadras de Cala Major, una zona que está levantando su esqueleto con inyección de capital italiano, a tenor de los muchos negocios que los hijos de Rómulo y Remo están abriendo en la zona.

El ojo de Dalton, que por cierto está expuesto en un museo, confunde los colores igual que el ojo común resta popularidad al palacio porque lo considera residencia real. Solo desde el mar, o desde lejos, convirtiendo nuestros ojos en gomas de borrar, retrocedemos un siglo, y el palacio y el hotel vuelven a ser estampa de un turismo de pequeña escala, cero democrático, cuando solo los ricos podían viajar y tener vacaciones. ¡Feliz verano!

Compartir el artículo

stats