A unos metros de la tranquila calle del Caragol, en el pueblo palmesano de Sant Jordi, miles de paseantes abarrotaron ayer por la mañana la vía principal para dirigirse a una plaza llena de moluscos. La XVI edición de la popular Fira del Caragol fue todo un éxito y desde el mediodía los asistentes se acercaron a los puestos que rodeaban la plaza Bisbe Planas, donde se estaban cocinando diversos platos cuyo ingrediente básico era el típico caracol de tierra de las islas. El conocido como caragol bover aderezó paellas, fideuás y fritos elaborados con los cuernos del caracol, como los que ofrecía la granja Sa Caragolera. Lo más vendido fueron las tarrinas de caracoles -de medio kilo o uno- y algunos puestos daban a elegir "con hierbas, a la Gormanta o al ajillo", según se detallaba en el cartel de la granja de Muro.

Los criaderos de la isla -cerca de una decena- acudieron ayer a Sant Jordi en una temporada en la que la helicicultura cosecha sus frutos y donde los eventos más destacados relacionados con los caracoles se suceden uno tras otro, ya que en el reciente Firó de Sóller también degustaron este ingrediente.

Pese a que el 'gancho' era el molusco, como los llonguets en la feria del Pil·larí, la mayoría de los puestos de la calle principal y las aledañas eran los habituales en las ferias, entre ellos gastronomía tradicional, como embutidos y quesos, plantas, artesanía, ropa, complementos y bisutería. Para los niños, una parte de la plaza fue ocupada por los feriantes que venden juguetes, chucherías, algodones de azúcar y globos, algunos con forma de caracoles, como no podía ser menos.

Los más pequeños también disfrutaron fotografiándose con el Drac de Sant Jordi ubicado frente al Liceo, que puso el cierre a la jornada con un corredrac, con el espectáculo de marionetas Ànima i Cor y con las actividades de educación canina.

Y los mayores de vida rural recordaron cómo eran muchas de las antiguas herramientas del campo, expuestas junto a carros y carruajes de todo tipo, como por ejemplo el de "ir a misa" o el de desplazarse a "la finca", el primero cubierto para protegerse de las inclemencias del tiempo. Hubo además una muestra de razas autóctonas en peligro de extinción, como la vaca mallorquina, la menorquina y la reina; y el horno de Can Coll elaboró una ensaimada gigante, de dos metros de diámetro, que los políticos del Ayuntamiento de todos los partidos quisieron degustar, ya que están en la reprecampaña y hay que dejarse ver.