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Palma a la vista

El violinista de la acera

Unas pocas notas, las que permiten el cambio de color en el semáforo. L. D.

La escena en la que Tevye, patriarca de la familia judía que vive humildemente en una aldea de Ucrania, toca el violín e interpreta Si yo fuera rico, fue himno en los setenta. La película El violinista en el tejado, de Norman Jewison, tiene en la secuencia de este canto uno de sus momentos culminantes. La canción tiene una frase final metralla. Teyve, en conversación con Dios y tras cantar lo que haría o dejaría de ser si no fuese pobre, acaba su canto así: "¿Arruinaría algún plan eterno si fuera rico?"

A menudo los creyentes desafortunados sospechan que su mala suerte es cosa del demonio, mientras que un vuelco hacia la diosa Fortuna es visto como la marca de Dios.

No es tontería que la película norteamericana incluyese semejante frase final en una de sus secuencias más famosas. El violinista en el tejado está enmarcada en la persecución a los judíos de la Rusia de los zares que acabaría provocando su lógica y desesperada huida. Los ideales marxistas estaban colándose en las aldeas. Los jóvenes cuestionaban al dios zar.

En la ciudad en crisis que sigue siendo Palma, a pesar de que los agentes turísticos e inmobiliarios insisten en repetir que es la mejor ciudad del mundo para vivir, algunos son pobres artistas, payasos, violinistas de acera. Como el de la calle Jesús, que le saca un par de notas a su violín en la fracción de tiempo que necesita el semáforo en ponerse en rojo. Si tiene suerte, le cae alguna moneda. Pocos, en realidad nadie, le dirigen la palabra. Tampoco lo espera porque el semáforo apremia, y no hay quien pille unos céntimos con tantas prisas. Su mirada sin ver es más triste que las cuatro notas de su violín.

El paisaje urbano no solo cambia porque derriben o no un monolito. Las ciudades son algo más que hitos históricos, que placas, que cartelas, que monumentos que también tienen su simbolismo, ¡para qué vamos a abundar, que estamos muy sensibles en uno y otro bando!

Esta es una ciudad en la que a diario se ven a personas durmiendo en la calle, con la mirada perdida, desorientados cuando buscan entre las basuras algo que llevarse a la boca o al carro. Sí, ellos también tienen su carrito de la compra, lleno de su miseria y de nuestras sobras.

Palma, el mejor destino para viajar, la mejor ciudad para vivir, tiene hambre. Muchos de sus habitantes se buscan la vida en los semáforos, en las trastiendas de los supermercados, en los cubos de la basura. Ese es también paisaje urbano. El de Palma lleva ocho años muy cambiado.

"Cuando eres rico se creen que lo sabes todo", canta Tevye. Si eres pobre, ¿qué creemos?

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