Diario de Mallorca

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Crónica de antaño

Historia de los molinos de Palma (II)

Los molinos de viento con una finalidad hidráulica desecaron el Prat de Sant Jordi.

Forenna o Pla d´en Catí antiguamente lo llamaron, el Prat de Sant Jordi desde tiempos inmemoriales fue considerado lugar malsano y poco productivo. Se trataba de un extenso humedal, de dimensión variable según la intensidad de las lluvias. Este lugar estaba conformado por juncos, sabinas y tamariscos, y sólo permitía la práctica de la caza menor. Aquí el viento del mar entra y sale sin encontrar apenas ningún obstáculo orográfico, por lo que lo convierte en un lugar de vientos potentes y regulares. Al ser un foco de enfermedades, siempre se tuvo el deseo de desecar la zona. Ese interés ya se detecta en el siglo XIV, aunque la falta de conocimientos, medios y la incredulidad de la gente ante la posibilidad real de llevar a cabo un proyecto de estas dimensiones, hizo que el humedal se mantuviese durante siglos. No fue hasta la segunda mitad del siglo XVIII que se advirtió un intento real de desecarlo.

Sin duda, los nuevos tiempos que corrían, amenizados por la Ilustración y los deseos modernizadores en el campo de la agricultura por parte de la Sociedad Económica de Amigos del País, fueron las principales causas de ese impulso para llevar a cabo el proyecto. Este consistió básicamente en abrir una serie de acequias y canales, sobre todo en las zonas más cercanas al mar, con el fin de evacuar el agua del humedal. Esas iniciativas fueron lentas y, a pesar de los esfuerzos, no llegaron a cubrir las expectativas. Según Vicenç Rosselló i Verger, en 1814 hubo un punto de inflexión, pues ese año apareció un destructivo cap de fibló que produjo una gran inundación en toda la comarca y que llegó hasta las mismas murallas de la ciudad, en la que murió "mucha gente".

Los documentos de aquella época nos indican que se quería solucionar, de una vez por todas, el eterno problema de la insalubridad de Sant Jordi. Además, la ciudad, cansada de comprar trigo al extranjero, estaba necesitada de terrenos en los que se pudiese cultivar de forma intensiva este cereal. Por lo tanto, la idea era desecar el Prat para convertir una extensa zona insana en un lugar habitable; y disponer de muchas hectáreas aptas para el cultivo de trigo.

Después de varias actuaciones puntuales, que como se ha dicho no cubrieron las expectativas, se pudo dar un impulso definitivo al proyecto gracias a la llegada a Mallorca (concretamente en 1835) del ingeniero holandés Paul Bouvij de Schorenberg (1807-1868). En 1845, Bouvij firmó un acuerdo con los principales propietarios de la zona, en virtud del cual el holandés se comprometía a desecar el Prat y dejarlo en condiciones para poder cultivar trigo. De esta manera, al año siguiente se constituyó la Compañía de desecación del Prat de Sant Jordi. En esos momentos, la incredulidad de la mayoría de la gente respecto a la posibilidad de llevar a cabo el proyecto se mantenía intacta. Enseguida se empezó el canal y es siquió. Este último comunicaba la potente fuente de s´Ullal de Son Mir (actual Can Puigserver) con el canal a la altura de Son Oms.

En 1847, se abrieron las aguas del humedal al mar con la intención de que se empezase a vaciar el Prat. Por desgracia ese proceso no fue tan rápido como se esperaba. Bouvij pronto se percató de que "una corriente continua de aguas de fondo que todo el verano no ha cesado de bajar por el canal principal" era la causante del retraso. Y fue en ese preciso momento, cuando al ingeniero procedente de Holanda -el país de los molinos y del agua- se le ocurrió construir un molino de viento (1848). De esta manera lo dejó escrito: "hemos construido un molino de viento, con rueda de paletas, para efectuar rápidamente el desagüe". Según Rosselló i Verger, ese fue el primer molino de viento con finalidad hidráulica que funcionó en Mallorca, aunque otros historiadores, como Josep Segura i Salado, aseguran que ya los hubo con anterioridad. Para sorpresa de muchos, ese mismo año ya se pudo constatar la desecación; y además, también se recogieron las primeras y "preciosas" cosechas de trigo en los prados de Son Santjoan y de Son Sunyer. Ese año, a pesar de haber tenido un invierno muy lluvioso, se consiguió que el agua bajase quince pulgadas.

A partir de 1850, cuando el drenaje del Prat ya se había completado, se empezó a parcelar la tierra. En pocos años la comarca se convirtió en la huerta más rica del término municipal. Con la adquisición de los nuevos huertos surgió la necesidad de, junto a sencillas viviendas, construir los molinos de viento extractores de agua, cuyas maquinarias no dejaron de perfeccionarse y hacerse más efectivas. En este sentido la figura de Rafel Oliver, conocido con el apodo, entre otros, de es capellà de ses idees, resulta relevante. Hijo de molinero harinero de Algaida fue, junto con un carpintero de El Molinar, en Reixac (Damià Reixac Amer), también hijo de molineros, el que empezó a construir molinos de los llamados de ramell, que sacaban el agua del subsuelo para regar los campos mediante una extensa red de pequeñas acequias. De esta manera, Casa Blanca y Can Tunis (hoy Son Ferriol) dejaron de ser solo un lugar de parada para descansar en sus tabernas, pues se empezaron a abrir talleres de carpinteros y herreros especializados en molinos. Fue hacia 1870 cuando se introdujo la típica cola en forma de flecha que permitía girar la arboladura según soplase el viento. Según Segura i Salado, esa innovación se atribuye al popular glosador y herrero del Coll d´en Rabassa, Bernat Rigo, alias es Cabo Loco. Fue hacia 1934 cuando se popularizó el molino con la maquinaria de hierro y también en ese momento se habrían introducido las aspas de hierro, a la manera de grandes tejas.

Cuando el Archiduque visitó la zona, hacia 1880, el Prat se había convertido en un gran vergel en el que se veían danzar a los bellos molinos, que con sus aspas lanzaban mil colores al viento. La imagen de ese paisaje edénico todavía perdura en la memoria de muchos mallorquines y turistas. Por lo tanto, los molinos, junto a otros elementos (la huerta, las acequias, las casas€) definen el patrimonio cultural e histórico del Prat de Sant Jordi. Patrimonio que también perdura en la cultura popular: "Molins per les síquies, / molins dins Ciutat, /molins dalt les penyes, / molins prop del mar, / molins per les viles, / molins en el Prat, / i per dins les cases / molinets de sang".

(*) Cronista oficial de Palma

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