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Palma a la vista

La lengua de la seda

El edificio de la Escuela Oficial de Idiomas está en la calle Aragón.

Donde hoy se estudian idiomas, hubo un tiempo que se habló el lenguaje de las telas. En el barrio dels Hostalets se emplazó la fábrica de tejidos Ponsa. Le llamaban ses Sedes. Hoy el bla bla de Babel fue en su día, un traqueteo de telares. Aquella calle, arteria que fue el eslabón final que unió Inca a Palma hoy es la calle Aragón, una de las vías de mayor tráfico de Palma por su importancia como nudo de comunicación entre los barrios periféricos que se sumaron a la ciudad una vez que se derribaron sus murallas.

La Escuela Oficial de Idiomas (EOI) cumple este año tres décadas. La primera de toda España se abrió en Madrid en 1910. Le seguirían Barcelona, Bilbao y Valencia. A Palma le tocó la vez en 1986.

Uno de los trabajadores de la fábrica, Tomeu Muntaner, cuenta que muchos vecinos de La Soledat eran operarios en ses Sedes. Explica que se tenían que levantar a las cuatro de la mañana porque el primer turno era de las cinco hasta la una del mediodía. Le sucedían los trabajadores que llegaban a la una y estaban hasta las nueve. Este operario de La Soledat recuerda la sala de telares, donde hilaban más de un centenar de personas. El hilo procedía de Barcelona. En la fábrica Ponsa se confeccionaban tejidos como rayón, para los forros de los vestidos; seda natural, xantung, satén, georgette. Tomeu cuenta que debido al ruido de los telares, él y muchos de sus compañeros han tenido problemas de oido. Su mujer Fina Lozano a veces le iba a esperar a la salida de la fábrica. Ambos narraron la "riada" de trabajadores entrando y saliendo para la exposición que hay en el Krekovic.

Hoy los que salen van a aprender inglés, italiano, francés, ruso y hasta chino. Si a alguno de aquellos trabajadores les hubieran dicho que en ese mismo lugar se acabaría hablando chino, se les habría puesto cara de xantung.

El actual edificio mantiene del proyecto de José Ferragut y Juan Deyá las aspas de colores, rojo, amarillo y azul, situadas en el hueco de la torre que sirvió para disimular la enorme medianera del edificio vecino. Pocas cosas más se mantuvieron del proyecto encargado a los arquitectos a excepción del claro homenaje al pintor Joan Miró a través de los tres colores básicos, que otorgan un plus de creatividad a un edificio sin más.

Al parecer, de la antigua factoría textil solo quedó la valla de cerramiento pero acabó siendo eliminada por el otro equipo de arquitectos enviados por el ministerio. En arquitectura no es infrecuente que el padre de un proyecto no acabe reconociendo al hijo porque éste ha perdido sus rasgos fisonómicos por el camino. En la historia del subsuelo habló la seda de aquella fábrica dels Hostalets.

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