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Palma a la vista

Orwell a pedales

Movilidad está entretenida. No le basta con regular el ciclismo en la ciudad y le crecen los del monopatín y los del patinete

Las bicicletas arrastran carricoches donde uno lleva su vida y su oficio.

El área de Movilidad está más que entretenida. No acaba de aclarar cómo regular el tráfico del pedaleo cuando se le están subiendo a la parra los del monopatín. Mención aparte merecen los del patinete con mamá o papá pegado a la chepa, o para estar a la par, encaramados en unos patines. ¡Qué desmadre de circulación!

Entre el monopatín, las bicicletas, el triciclo, las motos y los coches, ser de a pie por la ciudad acabará inmovilizándonos a todos. Cuando ese suceda, no importará, porque quién sabe cómo demonios nos moveremos por ella.

Hasta que llegue el Orwell a pedales, hay otros modelos de movilidad ciudadanos, dicho en una expresión que gusta mucho a los jefes de prensa de cualquier institución vigente.

Las ciudades son pasarelas de modelos sin marca. Entre ellos están los que deambulan con la casa a cuestas. A veces un techo en miniatura que apenas les cabe en un par de bolsas, las que pueden acarrear con sus dos manos. Con el paso de los años, algunos se han ido agenciando carritos de supermercado porque hasta la miseria tiene sus codicias. Son los desheredados de la tierra.

Se mueven tirando del carrito de la compra, reconvertido en furgoneta de transporte, los artistas de la calle. El pequeño circo ambulante transporta sus útiles de trabajo también a ruedas. ¡No estamos en los años de la reconversión!

El arte también va a ruedas. Algunos pintores de calle, de los que se asientan en la plaza Major o en los jardines de s´Hort del Rei llevan su paleta, sus cajas de pintura, en bicicleta. Paseaba el ciclista de las acuarelas muy cerca de la escultura de Chillida, Lugar de encuentro, una pieza soberbia que los miles de turistas que llegan, y que llegarán a Palma, ni ven ni se enteran de que sí, que es un Chillida. Muchos mallorquines tampoco no saben que esa ´piedra´ es una obra de arte; quizá ni les importe.

Mientras Palma está rodada, algunos conductores del transporte público de la EMT van a toda mecha por la ciudad. En determinadas líneas, cuando el bulle bulle es tremendo, el chófer pisa el freno en seco. A más de un viejete se le ha caído la peluca del susto, perdón, frenazo.

Decir que somos una ciudad móvil es tontería. Si algo caracterizó siempre, y más ahora, a las urbes, es su dinamismo. Mientras el campo libra sus batallas a un ritmo invisible, no por ello menos ágil, la ciudad avanza y quiere que se vea.

Ahora que ya no nos seducen el frenazo de un vehículo de gama alta, ni el a todo gas de una moto de alta cilindrada, y que preferimos ser ciudadanos a ruedas, ¿quién le explica a Orwell que se quedó corto con su rebelión en la granja?

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