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Palma a la vista

Silvia prende en Candela

Aprendió en la Cerería Picornell pero tras su cierre, "renovarse o morir" - Su local en Fàbrica es una luz en el camino - Y huelen muy bien

Silvia Blanco ajusta algunos de sus velones. L.D.

Silvia Blanco es una mujer habilidosa, que le gusta la discreción y cuidar los detalles. Pone mimo y celo en lo que hace. De la mano de Amalia Cabot se inició en el mundo de las velas, en el taller de la ya cerrada Cerería Picornell, un dolor el vacío que han dejado en la calle del Call. Suerte que la discípula ha seguido adelante en Cerería Candela, donde sigue dando luz.

"Todo lo que puedo hacer yo, lo hago", dice Silvia. Entre manos se ha aficionado a la fotografía, cerámica, diseños de joyas, objetos y desde luego velas. "Aún estoy aprendiendo", apunta con humildad.

Tras el cierre, la mudanza obligada la condujo a la calle Fábrica 69. Allí estaba el pequeño local de otra mujer que hacía velas y lo dejaba. "Pensé, renovarse o morir. Lo cogí, lo reformé, lo restauré pero unos alemanes que compraron la casa vecina querían el local. Así que tras cinco años de estar ahí, lo tuve que dejar. No hay mal que por bien no venga porque encontré este otro, en la misma calle, que es más grande. Estoy a gusto aquí", cuenta.

En el barrio la conocen, los niños le traen dibujos. Sus mayores clientes, con todo, son empresas como la de los restaurantes Tast, el del Náutico, y el hotel Cort así como el hotel Torralbén en Menorca y el de la Posada de Bellver, así como la Escuela de Yoga Earth, ésta sí en el barrio. También el propietario de un precioso velero le encarga las velas que aromatizarán su embarcación.

Apetece entrar en esta cerería cuyo frontal, la pared de piedra vista, te recuerda a las casas de aperos. El olor de la vela de alguna de las esencias que ella mezcla, 18 vendidas en tienda aunque ella adquiere 30 en Barcelona, prende y envuelve la estancia. Llegan clientes, algunos le piden velas de petición, esas que uno enciende pensando en algo que necesita. Ella no hace de este tipo aunque las vende.

"Lo más difícil es lograr que funcione bien la mecha. No sé porqué pero a veces funciona, y otras no", cuenta.

Ella trabaja con cera natural y con parafina. Aplica esencias de romero, citronella, la reina en verano, la de higo, canela, azahar, entre muchas más. También los clienets le piden determinadas mezclas. En el taller, los cubos, los moldes, algunos de ellos regalados por la Cerería Picornell, y la máquina de vapor hecha a mano, Silvia se pasa horas felices. "Me encanta mi trabajo, aprendo mucho", confiesa.

La luz, el olor, se acompañan de algunos objetos que ella crea a partir de piedras o telas que ha ido comprando en sus viajes años atrás, como collares con cristal de Murano que le ha traído una amiga, o el cristal de mar, además de las cestas mallorquinas que ella "customiza". Candela prende en un barrio, la parte alta de Santa Catalina, que está ya en el punto de mira de los suecos.

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