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Lugares soñados

Lugares soñados

Alguien dijo muy sabiamente: mejor no conozcas a las personas que son mitos para ti. Estaba pensando sin duda en los artistas de cine, escritores o músicos que se admiran. Esos que permanecen durante años en el estrado de lo mitificado. Y que en caso de conocimiento directo y personal, es posible que causen decepción. Porque el mito casi nunca responde a la realidad. Al menos a la exterior.

Algo parecido ocurre con los lugares. Hay sitios donde para ser feliz, para vivirlos con intensidad, es necesario no vivir en ellos. Puede referirse a una ciudad, un pueblo, un paisaje, un barrio, un edificio. Cualquier emplazamiento geográfico que, en un determinado momento de tu vida, adquiere una gran profundidad de sentimiento. Es recordarlo e inmediatamente te invade una suave sensación de bienestar. Te encuentras agobiado, cansado. Y dices: "Ah, si ahora estuviera en tal playa..." Entrecierras los ojos, experimentas una calma y una plenitud especiales. Como si vivieras en esa playa, aunque camines en plenas Avingudes.

La topoterapia, o curación por los lugares, funciona. Sobre todo cuando has depositado durante años sentimientos, recuerdos, anhelos, sueños y proyectos en un sitio en concreto. "Cuando tenga vacaciones me iré para allá". "El día que me retire, me voy a vivir allí". "Si puedo me escapo este fin de semana hasta allá". Y cuanto más tiempo transcurre, más depósito sentimental has acumulado. Más poderosa es la imagen del lugar soñado.

Durante todo este tiempo, tal vez te desplaces en alguna ocasión hasta él. Si es por poco tiempo, no pasa tada. El recuerdo todavía se recarga más.

Pero, ay, estos mecanismos mentales son difíciles de gestionar. Porque si un día finalmente te instalas de forma casi permanente en el lugar de tus sueños (una casa, un barrio, un paisaje), al poco tiempo el hechizo se disuelve. Empiezas a ver que en esa casa anhelada hay mucha humedad. Que la playa soñada está llena de mosquitos. Que al lado de tu idílica casa de "fora vila" viven cuatro perros que se pasan ladrando todas las noches. La realidad exterior acaba por imponerse a la interior.

De ahí que el secreto sea nunca cumplir el mito. Alimentarlo, como se riega a un valioso rosal. Pero sin cumplirlo del todo. Vivirlo sin vivir en él.

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